
Escribe: María Antonieta Merino, docente de las universidades del Pacífico y de Lima
La llegada de diciembre y el verano con las fiestas de fin de año ponen un velo a un periodo electoral que todavía no calienta. Estando a escasos cuatro meses de las elecciones quiero dirigirme a todos los que aspiran al sillón presidencial y al Congreso.
Apreciado candidato, antes de que avance la campaña y el ruido electoral te arrastre hacia lugares comunes, vale la pena detenerse un momento. El país no necesita frases fáciles ni soluciones mágicas. Necesita claridad, responsabilidad y entender qué es lo que realmente está en juego.
Quizá ya te habrás dado cuenta de que buena parte del debate se ha llenado de ofertas que suenan bien en un mitin, pero que pueden poner de cabeza la arquitectura económica que ha sostenido al Perú incluso en sus peores momentos. Basta mirar las propuestas que hoy circulan: ampliar el Reinfo, eliminar o vaciar de contenido el sistema de pensiones, crear regímenes paralelos que premian la informalidad, imponer cargas regulatorias que sólo restan productividad, o derogar reformas sectoriales sin evaluar sus consecuencias.
Estas ideas pueden sonar políticamente rentables. Pero tú sabes –o deberías saber– que sus efectos no se detienen en la campaña. Son medidas que erosionan la competencia, destruyen la confianza y son un ataque directo a algo que el Perú ha construido con enorme esfuerzo: un marco fiscal sólido y un capítulo económico constitucional que han permitido que la economía se sostenga incluso cuando la política fallaba.
Candidato, te lo digo con claridad: no hay país que sobreviva décadas de inestabilidad política si, además, pierde su estabilidad económica. Perú resistió una pandemia, choques externos y crisis internas no porque tuviera un sistema político ejemplar, sino porque sus reglas fiscales, su disciplina macroeconómica y la previsibilidad de su Constitución generaron confianza cuando todo lo demás parecía incierto. Ese es el activo que hoy se está poniendo en riesgo.
Por eso, si realmente deseas gobernar, debes tener claro que tu responsabilidad no es competir prometiendo más que otro, sino estar dispuesto a respetar los principios que nos han permitido avanzar. La tentación populista es grande y el aplauso es inmediato, pero el costo para el país es alto y duradero.
Los próximos cinco años pueden ser un periodo de crecimiento o no. Lo que decidas prometer en estos meses será una señal del camino que elegirás. Y el país –no lo olvides– está cansado de sobresaltos, pero también cansado de ver cómo decisiones mal pensadas destruyen lo poco que aún funciona bien.
Candidato, el Perú no te está pidiendo milagros. Te está pidiendo algo mucho más importante y, paradójicamente, más difícil: que no destruyas lo que sí funciona. Que respetes la Constitución. Que cuides el marco fiscal. Que no cedas al populismo fácil. Que recuerdes que gobernar es pensar más allá de una elección. Porque, al final, lo único que realmente está en juego no es tu campaña, es el futuro de todos y la viabilidad de un país.








