En su libro La urgencia por decir “nosotros” - publicado en el 2015-, Gonzalo Portocarrero intenta conciliar las ideas de nación de algunos intelectuales del Perú republicano y, de esa manera, contribuir con la consolidación de la nación peruana.
Casi una década después, en el clima actual de pesimismo en segmentos importantes de las élites en que vivimos, es imposible no coincidir con la visión del autor, quien considera que es necesario redefinir la percepción del presente y despertar la esperanza de un mejor mañana. Así, se lograría evitar que los peruanos continúen con la emigración en búsqueda de mejores horizontes que no encuentran en su propio territorio.
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Es labor de los verdaderos líderes despertar la ilusión en función de la posibilidad de un mejor porvenir, como diría el autor del libro citado: grande, hermoso y verdadero. Y es que, si deseamos construir ese mejor futuro, requerimos pensar en objetivos comunes que permitan la consolidación de la nación peruana y, por tanto, la retención de nuestro capital humano. Se necesita insistir en la definición de una agenda común.
Portocarrero trata de encontrar factores e ideas comunes en el análisis de las obras de un pintor y siete intelectuales peruanos, elementos que nos posibiliten hablar de un nosotros y no de un aquellos otros. Reflexiona sobre las pinturas de Pancho Fierro, y encuentra en ellas imágenes y colores que permiten valorar la diversidad, y muestran un país complejo de comprender, pero a la vez festivo.
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Acerca de Ricardo Palma, enfatiza sus logros, pues a pesar de haber sido un hombre mestizo en un ambiente racista, consiguió ser admirado y considerado por muchos como “el Patriarca de las Letras Peruanas”. En cuanto a Manuel González Prada, resalta que fue, quizás, el primer intelectual que propuso asumir lo negado: que el Perú de aquel entonces, el de ahora y el del mañana fue, es y será un país mestizo. Es fundamental reconocer la raíz indígena de la nación peruana. Al mismo tiempo, es esencial sentir que somos resultado de la mezcla de todas las sangres; en ello también enfatizaron Luis Valcárcel y José Carlos Mariátegui. Referente a José de la Riva Agüero, Portocarrero destaca sus ideas sobre la construcción de un “proyecto sugestivo de vida en común”, el cual no es de uno, ni de un grupo de peruanos, sino que es de todos los habitantes del país y por eso se deben considerar las tradiciones indígenas. Para el autor, De la Riva Agüero trataba de conciliar las conclusiones de Palma y de González Prada.
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Es indudable que se necesita trabajar en las urgencias de hoy, como la recuperación del crecimiento económico, la disminución de la pobreza, la mejora de la seguridad ciudadana, el incremento de la infraestructura de salud, la elevación del nivel de la educación y la construcción de una línea de carrera en el Estado, entre otros objetivos. Pero debemos hacerlo con una visión de nación. Es fundamental construir un futuro común que permita que todos pensemos que mañana siempre será mejor que hoy. A veces, abrumados por los problemas inmediatos, olvidamos la importancia del largo plazo, de consolidar a la nación peruana.
Lamentablemente, existen políticos y asociaciones que resaltan las diferencias no como factores de identificación con sus orígenes y sus tradiciones culturales, sino como elementos que excluyen e incentivan la descomposición de aquel Perú integrado con el cual soñó nuestro gran historiador Jorge Basadre.
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