En mi época de adolescente fui castigado en más de una oportunidad. En una ocasión, el psicólogo del colegio donde estudiaba pidió que le cuente cómo me sentía y qué otras “travesuras” había cometido. “Todo es entre tú y yo, todo va a estar bien”, dijo y yo confié. Al día siguiente, fui nuevamente castigado por los tutores y por mis padres. Él contó todo y nada estuvo bien. Rompió el lazo de confianza entre ambos.
He pensado mucho en la confianza por estos días, tanto desde el punto de vista personal como desde una perspectiva de sociedad. Pero el principio es el mismo y Thomas Watson, exdirector general y presidente de IBM (International Business Machines), lo explicaba con claridad: “Lo más complejo de la confianza es que es muy difícil de construir y muy fácil de destruir”.
Y pareciera que nuestros políticos y autoridades de turno se esforzaran por dinamitar cualquier resquicio de confianza que aún quede en la ciudadanía y, en general, con todos los agentes económicos, con muy puntuales excepciones. Pero es claro que el pesimismo no solo se ha instalado en ciudadanos y empresarios de todo tamaño, sino que este se ha profundizado.
Ya hay consultoras de prestigio, como Macroconsult o Phase Consultores, que prevén una contracción de la economía peruana este año. Pero más allá de si es 0.5% de caída o 0.5% de crecimiento, el consenso del mercado apunta a un deterioro pronunciado de la actividad económica y, valgan verdades, el panorama para el próximo año aún es de incertidumbre con un fenómeno de El Niño tocándonos la puerta cada día con más fuerza.
Pero no solo son las consultoras especializadas. La reciente encuesta de Datum Internacional a nivel nacional revela que el 65%, es decir 2 de cada 3 peruanos, considera que el Gobierno de la presidenta Dina Boluarte no promueve o alienta la inversión privada. Una cifra, incluso, ligeramente mayor a la que se registró en junio del año pasado durante la presidencia del golpista Pedro Castillo (64%).
Este dato no es menor y debería llevar a la reflexión a la actual gestión. Cómo así el desastroso Gobierno de Castillo, hostil a la inversión privada y que llenó su gabinete de incompetentes, algunos de ellos prófugos de la justicia o procesados por la misma, es percibido por la ciudadanía de la misma manera que el Gobierno de Boluarte en cuanto a la promoción de inversiones.
Entonces, ¿qué está haciendo el Gobierno para recuperar, justamente, esa confianza?, ¿para evitar que la inversión privada, principal motor de crecimiento y desarrollo, se siga contrayendo? ¿Qué acciones se están tomando para dar alivio a las familias e impedir que el consumo se frene? Y, sobre todo, ¿cuál será el plan de acción para enfrentar un fenómeno de El Niño, que en el mejor de los casos sería igual al que sufrimos el 2017?
Pero la respuesta del Gobierno a cada una de estas interrogantes tendría que venir desde la humildad de entender que han fallado. Que las medidas que han tomado durante el año, como los diferentes “Con Punche” no han dado resultados satisfactorios y que no basta lanzar cifras optimistas para que estas se cumplan.
En términos más concretos, hay una necesidad de reconstruir la confianza con la ciudadanía y con los diferentes agentes económicos. Si quieren volver a ser creíbles, deben mostrar acciones creíbles; de lo contrario, serán como ese profesor de psicología cuya palabra dejó de tener valor.