(Foto: Difusión)
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Por Francisco Dumler Cuya - presidente del directorio Sedapal y Guillermo Maisch Molinadirector Sedapal

Durante muchos años, hemos visto como el urbano se ha venido gradualmente deteriorando por la intervención del hombre. Pocos saben que frente al municipio del Rímac hay una estatua en homenaje al recolector de camarones, especie abundante a inicios de nuestra vida republicana.

Y es que, la principal fuente de abastecimiento de agua en nuestra ciudad recibe permanentes afrentas al utilizarlo como un verdadero vertedero de desmonte y residuos, sin mencionar la descarga de metales pesados y desechos industriales, entre otros. No hemos tenido la conciencia cívica ni el suficiente interés para cuidarlo, conservarlo y entenderlo como la principal fuente de vida de 10 millones de habitantes, ni siquiera porque es el río por el cual subsiste nuestra ciudad.

Se calcula que, por día, el río recibe unas 10 toneladas de basura de personas inescrupulosas e irresponsables. El gobierno a través de sus municipalidades ha hecho algunos esfuerzos para su protección, proyectando la construcción de parques, malecones y obras que generen el ornato adecuado a fin que el río hablador se constituya en una zona de recreación y orgullo para los ciudadanos. Estamos aún lejos de esto, pues hemos vivido de espaldas a nuestro río.

En los últimos días, como resultado de la cuarentena producto del (coronavirus) y las restricciones de movilización de autos y personas, se ha observado el cielo limeño más limpio por la desintoxicación de la atmósfera y al río Rímac más más ordenado, menos profanado, con aguas más claras en su curso por la ciudad.

Cabe señalar que, también ha disminuido el número de roturas de tuberías en la compleja red existente en Lima, cercana a los 30,000 kilómetros, casi 12 veces la distancia entre Tumbes y Tacna. Ello, se debe a un mejor control de las presiones hidráulicas por parte de los técnicos de la empresa de agua de Lima -, lo que se hace menos complejo cuando no hay que atender adicionalmente, y en simultáneo, al sector industrial y comercial en la ciudad y; de otro lado, a que muchas veces los camiones con peso excesivo circulan por las avenidas donde no están autorizados o, las compañías que también conducen sus redes bajo superficie (gas o energía eléctrica) han minimizado sus operaciones disminuyendo por ende las interferencias. Ambas externalidades positivas, han generado una menor incidencia sobre todo en algunos distritos de la capital donde las redes de agua y alcantarillado han cumplido largamente su periodo de vida útil.

Como dijo una autoridad que está liderando este proceso de en el Perú, “ya nada será igual a futuro, el mundo cambió”. Nuestra apreciación es que debemos aprovechar este cambio para mejorar nuestro entorno y cumplir nuestro propósito: mejorar la calidad de vida de los limeños, haciendo que éste no sea sólo el de los responsables de administrar el agua en nuestra ciudad, sino una responsabilidad conjunta de todos los ciudadanos que habitamos en Lima.