Economista asociado de Macroconsult
Recientemente, el ministro de Educación, Rosendo Serna, se presentó ante el Congreso de la República para dar cuenta sobre el estado de avance del retorno a la presencialidad en educación. Como se sabe, a este nivel el Estado ha delineado un proceso de retorno mucho menos exigente que en el nivel escolar.
En el primer semestre de 2022, por ejemplo, se contemplaron modelos híbridos que en general privilegiaban la educación remota, pero en el segundo semestre, con la RVM 094-2022-MINEDU, se buscó el retorno a campo contemplando un proceso gradual. Las cifras presentadas por el ministro Serna, sin embargo, son muy poco alentadoras. En la actualidad, de 97 universidades registradas, apenas 30 estarían desarrollando actividades plenamente presenciales (14 privadas y 16 públicas). La gran mayoría estaría desarrollando actividad semipresencial e incluso reveló que seis instituciones solo vienen impartiendo actividad virtual (principalmente privadas). Entre los institutos de educación superior públicos, en cambio, que están bajo rectoría del Minedu, cerca de la mitad estaría en actividad presencial.
Las cifras agregadas, sin embargo, podrían ocultar heterogeneidades. Muchas instituciones realizan actividad semipresencial, pero con baja intensidad de enseñanza en campus. En algunas, incluso, existen facultades enteras que imparten enseñanza virtual y solo aquellas que tienen laboratorios tienen presencialidad.
La evidencia en torno al impacto negativo de la educación virtual sobre los aprendizajes es abundante y surgida de manera reciente a raíz del covid. Si bien la mayor parte de esta ha abordado el nivel escolar, también existen estudios que hablan de las pérdidas de aprendizajes en el nivel superior.
A modo de ejemplo, en Colombia Stephanie Riegg y Hernando Grueso en un estudio reciente (Student learning in online college programs) estimaron que los estudiantes que se enrolaron en clases virtuales registraron resultados en matemática y comunicación que fueron menores en 0.11 y 0.15 desviaciones estándar en comparación con sus pares que realizaron actividades en el campus. Como este, numerosos estudios en diversas partes del mundo encuentran que la educación virtual (o híbrida) conlleva a tener pérdidas de aprendizajes. Esto sin contar el desarrollo limitado de habilidades blandas que son bien valoradas en el mercado de trabajo y solo surgen con la interacción social.
A pesar de esta abrumadora evidencia, llama la atención que el Estado no haya priorizado el retorno a las clases en la educación superior. Actualmente existen cohortes que llevan más de la mitad de su formación en formato virtual, lo que inevitablemente tenderá a limitar su capital humano. Urge la presencialidad total.