
Escribe: Enrique Castillo, periodista
La presidenta Dina Boluarte logró algo que en el Perú es (casi) imposible: consenso total, casi unanimidad, pero en torno a su desaprobación.
Desde todos los sectores políticos, en todas las regiones, en todos los niveles socio-económicos, y desde todos los medios de comunicación, las críticas y el rechazo no se hicieron esperar, y cada vez fueron más fuertes, hasta hacer que su nivel de desaprobación sea solo un margen de error en las encuestas.
En algunas entrevistas y en diversos análisis se especuló, eventualmente, sobre la forma como ella podía lograr subir un poco en las encuestas. Y se habló de resolver el problema de la minería ilegal, de lograr atraer grandes inversiones, de hacer retroceder a la delincuencia, o de cumplir con algunas de las promesas anunciadas en sus discursos de 28 de julio. Pero esto rápido se descartaba, porque no se veía capacidad del Gobierno para resolver cualquiera de esos temas.
Sin embargo, y sorpresivamente, parece que, en Palacio de Gobierno, y a partir de los primeros 30 minutos del discurso de 28 de julio, han encontrado una línea de trabajo que puede darle algún rédito a la presidenta.
No hubo el “mea culpa” que muchos, quizás ingenuamente, pretendían. No hay presidente que en un discurso de esa ocasión se flagele ante el país.
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No hubo tampoco “acto de contrición”, ni admisión de una “conversión”. Lo que hubo fue una catilinaria contra el Gobierno de Pedro Castillo y contra todo lo que los miembros de esa administración (¿?) hicieron. Y lo hizo la presidenta como si ella no hubiera formado parte activa de ese Gobierno y de sus postulados (incluida la Asamblea Constituyente), y como si ella hubiera sido la lideresa de la oposición contra Castillo en aquel momento. Como colofón o remate, el discurso nos quiso mostrar a una heroína que rescató la democracia, casi como el fuego del infierno.
No vamos a entrar en el debate de si lo dicho por la presidenta estuvo bien o mal. Esa no es la intención de esta columna. Pero si vamos a señalar que esa parte del discurso parece marcar un antes y un después en la línea política, y probablemente, en su situación en las encuestas.
Luego de ese discurso, diversas personas del sector político de derecha han salido a saludar las palabras de la presidenta. Algunas incluso lo han hecho con entusiasmo, y han ponderado lo que para ellos ha sido un deslinde claro con el Gobierno de Castillo, y con la izquierda y el “caviarismo”.
Quizás por eso, y ante ese sorpresivo apoyo, el Canciller de la República, que en un primer momento señaló que había una mala interpretación de las palabras de la presidenta con respecto a lo dicho sobre Bolivia, horas después dijo: “Yo no voy a agregar ni quitar ni una sola coma, ni un solo énfasis…”.
Obviamente se estaban dando cuenta que, a diferencia de las horas anteriores al discurso, estaban logrando apoyo político de un sector, y en época de escasez, cualquier mendrugo es limosna.
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Quizás animados por ese “éxito” han seguido con la segunda parte, el abierto y público ataque a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y el respaldo a la llamada Ley de Amnistía, lo que ya viene generando varios comentarios a favor del mismo sector que apoyó esa primera parte del mencionado discurso.
De esta manera la presidenta asume el liderazgo político contra un grueso sector político del país, y logra el apoyo y respaldo de la derecha, enarbolando las banderas que varios representantes de ese sector tenían en sus manos.
Obviamente con esto ella se identifica, abierta y claramente, como una nueva representante de la derecha, una renovada enemiga de la izquierda y de los “caviares”, de las Ongs, y de algunos medios de comunicación.

Es muy probable que esto tenga sus efectos en la próxima encuesta, aunque sea tímidamente. Pero desde ahora ya logró que un sector influyente de derecha empiece a defenderla y a alabarla.
Antes del 28 de julio era una presidenta incapaz, y ese mismo día en la tarde, a pesar de que el resto de su discurso fue considerado un desastre, se convirtió en una política valiente.
Este cambio es obviamente solo en lo político y en un sector de la población. En lo económico, las cosas no han cambiado mucho. Pero si insiste en esa conducta polarizante y confrontacional contra algunos sectores políticos, que en su discurso incluyó al Apra, a PPK, a Vizcarra y a Sagasti, le puede ser útil para subir en las encuestas, y en disputarle el liderazgo de ese sector a algunos postulantes a la Presidencia.

Adicionalmente, esa conducta política abre una nueva línea de debate que la saca de sus cirugías, su aumento de sueldo, y su pasión por los regalos, lo empodera para los viajes, y puede tantear un cierto protagonismo en el continente.
Claro, eso puede ser muy efímero y es una apuesta, si no tiene otros cambios importantes como en el tema de Petroperú o en otros asuntos donde hay un tufillo estatista, puede desilusionar a sus nuevos “fans”. Pero para lo inmediato, y contando con quienes la aplauden ahora con entusiasmo, puede ganarse alguito y convertirse en la “Wayki de hierro”.








