Javier Pradera
Javier Pradera. Co-fundador de Fidelio.
Un reciente informe de Gallup, empresa estadounidense de análisis y asesoría, denominado State of the Global Workplace, encontró que el lado emocional del trabajo no se ha recuperado de las presiones de los últimos dos años producto de la pandemia. En esta línea, se encontró que las personas de todo el mundo están estresadas y ansiosas. Así un 44 % de los empleados encuestados declaró haber experimentado mucho estrés durante el día anterior.
En el caso peruano, la situación resulta más crítica. De acuerdo con una encuesta elaborada por el portal Trabajando.com, 7 de cada 10 empleados sufren de estrés laboral, siendo las causas más comunes de esta enfermedad, la presencia de conflictos interpersonales entre los miembros del centro laboral (superiores o subalternos) la falta de reciprocidad, la presión por los resultados, entre otros. Esta problemática afecta tanto a los jóvenes profesionales como a los más seniors y no se distingue un rubro en particular.
Frente a esta situación, resulta fundamental que las organizaciones, sin importar su tamaño, incorporen el cuidado de la salud mental del personal dentro de sus programas vinculados a la Gestión de Talento. Ello también puede estar contemplado dentro de las obligaciones vinculadas a la Seguridad y Salud en el Trabajo, que incluyen el cumplimiento de cuatro charlas al año.
Si bien se puede pensar que una política de trabajo más flexible en cuanto a horas o modalidad (híbrida o totalmente remota) puede contribuir con disminuir el estrés, la ansiedad o la tristeza, estos solo son paliativos, mas no una solución efectiva.
Una solución para el largo plazo sería que el cuidado de los empleados forme parte de una cultura organizacional que tenga como centro el bienestar de las personas, así como su desarrollo dentro de la empresa. Para ello, se necesita que la alta dirección sea la que comunique la importancia de este enfoque de trabajo y se pueda luego desarrollar una red de entrenadores de bienestar y auditar sus prácticas para determinar su utilidad e impacto. Aquí resulta clave validar qué iniciativas realmente están marcando la diferencia.