Javier Herrera Zúñiga
La reducción de la pobreza entre 2004 y 2019 en 30 puntos (58.7% a 20.2%) fue una de las más importantes en el mundo y al mismo tiempo tuvimos el mayor número de fallecidos por habitante y la peor caída del PBI, con un incremento de la pobreza a 30.1% que nos regresó una década atrás. Las estrictas y prolongadas medidas de confinamiento han dejado secuelas que las pequeñas empresas y hogares no logran superar.
Esta suerte de “covid largo” se ha manifestado por un débil “rebote” en 2021 de la actividad económica con una reducción de la pobreza de 4.2 puntos y de 1.6 en 2022. ¿Qué factores estarían detrás de este “covid largo” que retarda (o agrava) la recuperación de las condiciones de vida? Responder a esta pregunta requiere un diagnóstico más detallado que considere al menos tres factores: 1) una mirada al tipo de crecimiento en 2022 2) el impacto de la inflación 3) el impacto de las transferencias monetarias (programas sociales y bonos) y 4) la dinámica del empleo. Abordaremos aquí los tres primeros.
En 2022, la economía tuvo una modesta recuperación respecto a la trayectoria del PIB (+2.7%) y un crecimiento débil del gasto de los hogares (+0.6%), pero en lugar de observarse una disminución de la pobreza, tuvimos por el contrario 1.6 puntos más, elevándose a 27.5%.
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En 2022, por primera vez desde 2004, el componente redistribución de la variación de pobreza (+1.65) ha tenido, a la vez, signo inverso y ha sido mayor que el componente crecimiento (1.81 y -0.16, respectivamente). Ello como la resultante de la disminución de los gastos de los deciles más pobres y crecimiento del de los más ricos. El crecimiento no ha sido pues neutro sino más bien de tipo regresivo.
La primera explicación es el alza del precio de los alimentos y el mayor peso que tienen estos en la canasta familiar Este “impuesto” regresivo ha afectado más a los hogares más pobres. Según nuestras estimaciones, si los hogares hubiesen pagado el mismo precio la canasta familiar que en 2021, la pobreza hubiese sido 3.6 puntos inferior a la observada.
En la medida que dicho efecto ha sido mayor en el área rural respecto al área urbana y en la capital, y considerando que prácticamente 9 de cada diez (88%) “nuevos pobres” (628 mil “personas) residen en una ciudad, otros factores han favorecido una mayor pobreza urbana.
Una posible explicación reside en el hecho de que en 2022 se dio prácticamente fin a la distribución de los bonos covid-19 y se mantuvieron los otros programas “rurales” (Juntos, etc.). Sin ellos, la pobreza total hubiese sido 1.3 puntos más elevada a la observada, siendo este efecto mayor en los hogares rurales respecto a los urbanos (2.7 y 1 puntos, respectivamente).
En 2021, dichos bonos evitaron que la pobreza fuese 3.2 puntos más elevada (5.1 en rurales y 2.7 en urbanos). Urge definir una estrategia de lucha contra la pobreza urbana y que en adelante no repose sobre distribución de bonos sino en el desarrollo de las capacidades de las personas, incluidas las productivas.
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