Las breves declaraciones de Alberto Fujimori difundidas por Willax TV abren la puerta a una serie de conjeturas y muchas interpretaciones.
¿Alberto Fujimori quiso dar estas declaraciones?, ¿esa reaparición política fue intencional?, ¿sus respuestas fueron bien pensadas?, ¿tenía idea de lo que podría provocar al interior del fujimorismo y hacia el exterior?
En cualquier caso, se puede hacer un análisis de lo que pueden provocar, y de lo que abren como posibilidad hacia el futuro, tanto de manera inmediata como a nivel electoral.
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Una primera arista está relacionada con su situación. Y es que, obviamente, su paseo con declaración incluida ha provocado –y lo seguirá haciendo– una serie de posiciones con respecto a un indulto que se supone era humanitario frente a una enfermedad grave.
Para algunos, esta es la prueba de que el indulto no se justificaba; mientras que para otros, el indulto no es necesariamente otro tipo de prisión, esta vez en el domicilio. El debate sobre si el indulto se justificaba, o si Alberto Fujimori hace un buen o mal uso de su nueva situación, seguirá abierto y siempre generará posiciones encontradas.
En todo caso, quizá lo más polémico no está en el hecho de que salga a caminar o no. Lo que va a levantar más polvo es si esas caminatas o salidas deben o pueden implicar la posibilidad de hacer o hablar de política de manera pública, y como militante o líder de una agrupación política que tiene una gran porción de “anti” y a la que se le asocia tanto como “socia” o soporte del Gobierno.
Su participación activa en política va a tener un doble y contradictorio efecto. Y aquí va la otra arista.
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En primer lugar, va a incomodar al Gobierno. Ir a defender el indulto en foros internacionales con el indultado haciendo política activa, no va a ser muy cómodo para el Ejecutivo. Pero si a eso, además, se le agrega la defensa que el indultado hace del régimen que lo indultó, comprometiendo la posición del partido naranja, que ya es etiquetado como parte del Gobierno, la cosa se pone más incómoda todavía. Quizá por eso los principales dirigentes del fujimorismo, así como del Gobierno, han salido a tomar distancia de esas declaraciones.
En segundo lugar, reaviva, con fuerza, el antifujimorismo primigenio, ese que atacaba a la dupla Fujimori-Montesinos, sobre todo después de las palabras poco duras que Fujimori padre ha utilizado para referirse al desempeño de Vladimiro Montesinos. Esa referencia le hace poco favor a la agrupación, en su afán de desmarcarse de la época de la corrupción y de las ilegales prácticas identificadas con el exasesor, sea desde Palacio de Gobierno o desde el SIN.
Pero, de otro lado, este episodio político de Alberto Fujimori tiene un efecto positivo para el fujimorismo de cara a la opinión pública identificada con el polo naranja, y a aquella que busca una “mano dura” contra la delincuencia o a un “Bukele peruano”.
Y aquí es donde uno podría pensar que la aparición y las declaraciones no han sido espontáneas ni causales.
La imagen de un Fujimori que derrotó al terrorismo y pacificó el país todavía está presente en una gran parte de la población. Si a eso se le agrega la aparición actual de un Fujimori que, a pesar de la prisión de todos estos años, se mantiene lúcido y se presenta como un líder vigente que señala el camino a sus militantes, y que se muestra como parte del grupo que toma decisiones sobre el futuro electoral de su agrupación política y que participará en la definición del candidato o candidata, su influencia política puede potenciarse.
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Más todavía, cuando en el fujimorismo no existen líderes que puedan competir por un espacio tan importante como el que Alberto Fujimori tiene. Ni sus hijos juntos han podido desplazarlo o hacerlo olvidar.
Pero, así como podría crecer la imagen de un Fujimori que muchos podrían querer como candidato, también van a multiplicarse los ataques y los esfuerzos para recordarle a los electores la parte negra del Gobierno fujimontesinista, y se recreará la narrativa de la violación de los derechos humanos.
La pregunta es si esa narrativa tendrá los mismos efectos que en el pasado, en este momento en que se pone en discusión si hay que velar por los derechos humanos de la población o de los que delinquen y atacan a la población.
Después de escuchar las palabras de Alberto Fujimori, otra pregunta que uno se hace es si la actual dirigencia del fujimorismo se va a alinear con su líder y va a aprovechar ese “halo” que él empieza a hacer visible, montándose en una ola que podría ayudarle a recuperar espacio, aunque a costa de su actual lideresa; o va a desmarcarse de él –como ha hecho en las últimas horas– y va a tratarlo como un líder fundador que tiene todo el derecho de opinar de política, aunque sin ser estas posiciones vinculantes.
Y otra interrogante que necesitaría respuesta es hasta dónde el Gobierno está dispuesto a soportar las declaraciones políticas de Fujimori padre.
Pero de que Alberto Fujimori va a ser un actor político determinante en el fujimorismo, y un hombre influyente en el escenario político peruano, nos guste o no, sí lo va a ser.
La pregunta final es si Alberto Fujimori es la pieza que el fujimorismo necesitaba para llegar finalmente al poder en esta época, o se convertirá en el generador del más potente antifujimorismo.
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