Por Roberto Urrunaga
Director General de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico
La reacción mayoritaria frente al cambio de gabinete ministerial ha sido positiva y las primeras acciones del nuevo Primer Ministro han sido bien recibidas. Naturalmente se necesita mucho más que eso, aunque el tiempo que le resta al gobierno es muy escaso. Además, no ayuda la cercanía al proceso electoral, pues el ruido político irá en aumento.
Por ello, lo que se requiere de manera urgente, en materia económica, es un verdadero shock de confianza que persiga lo siguiente: (i) aminorar la magnitud de la crisis económica, que permita lograr la ambiciosa y poco probable meta del MEF de sufrir una contracción del producto de sólo un dígito este año (sólo compartida por las expectativas de las empresas no financieras de -8.2%, según la encuesta de junio del BCR, pues los analistas económicos y el sistema financiero esperan retrocesos de 12.9% y 13%, respectivamente), y (ii) facilitar un rebote más rápido y de mayor magnitud de la economía durante el año del bicentenario (que enfrenta la dificultad del cambio de gobierno).
La oportunidad clave, y quizás la última del gobierno actual, para generar este impulso en el ánimo y en las decisiones de los agentes económicos es el mensaje presidencial del 28. Es obvio que la principal preocupación debe seguir siendo la vida y la salud de la población; sin embargo, como ha sido dicho innumerables veces, la economía no puede seguir deteriorándose, pues ello afecta negativamente lo que se busca proteger.
Más allá de la expansión del gasto público mediante la aplicación de transferencias monetarias y de inversión pública, que durante la emergencia ha sido mayoritariamente aceptada, lo que debe reactivarse es la inversión privada, la que representó 17.5% del PBI durante el primer trimestre del año, luego de contraerse 16.8% respecto al primer trimestre de 2019, y aunque las cifras oficiales aún no están disponibles, sin duda se ha reducido mucho más durante el segundo trimestre del año. Por su parte, la inversión pública apenas representó el 3.2% del PBI en el mismo periodo, luego de incrementarse 15.7% respecto al primer trimestre de 2019. Además, la inversión privada es el verdadero motor del crecimiento del empleo formal.
Una variable crucial para la inversión privada es la confianza empresarial. Al respecto, el índice medido por el Banco Central respecto a las expectativas de la economía a 3 meses, si bien ha venido mejorando desde su nivel más bajo en abril (9.1 sobre 100), en junio aún se encuentra en el tramo pesimista (28.8). Esto justifica la necesidad del shock de confianza mencionado.
Algunos de los principales anuncios que debería contener el mensaje presidencial para afectar positiva y significativamente la confianza y la inversión privada son los siguientes: (i) reactivación de proyectos mineros postergados con sostenibilidad ambiental demostrada; (ii) aceleración de los proyectos de infraestructura en todas las etapas en las cuales se encuentren; (iii) simplificación de procedimientos y reducción de plazos para la reapertura de todas las actividades económicas que demuestren protocolos sanitarios razonables (no más prohibiciones y cambiar el énfasis hacia la supervisión), y (iv) otras señales claras en favor de la productividad, tales como confianza en el mercado, respeto a los contratos, y cero tolerancia con conductas mercantilistas, populistas y corruptas.
La coyuntura es muy difícil y no está para vacaciones inútiles, es decir dejar de adoptar medidas reactivadoras de aplicación inmediata. Ojalá el gobierno cumpla con las expectativas de la ciudadanía y haga las Fiestas Patrias Útiles.