Escribe: Jorge Toyama, socio de Vinatea & Toyama
El Congreso pretende que todos los profesionales, del sector público y privado, asalariados o independientes, obligatoriamente, estén afiliados a un colegio profesional para trabajar. ¿De cuántas personas hablamos? La Población Económicamente Activa (PEA) es de 18 millones y, de ese total, estimamos que más de 5 millones labora en actividades profesionales.
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Actualmente, un arquitecto que solicita la construcción de un inmueble a una municipalidad, un abogado que firma una demanda o un médico que opera a una persona, deben contar por ley con una colegiatura. Pero en la mayoría de las actividades no se requiere colegiatura, inclusive tampoco haber estudiado la carrera que se ejerce. Por ejemplo, un bachiller en derecho puede ser periodista; un ingeniero, gerente de recursos humanos; un filósofo, gerente de relaciones públicas. Igualmente, un médico puede ser pintor; un periodista, jefe de relaciones industriales o un agricultor, gerente general. El mercado define la calidad.
Pese a esta realidad, en el Congreso un proyecto de ley busca obligar a todos los profesionales a colegiarse para trabajar, inclusive en forma independiente. Si no hay colegiatura, vienen multas, sanciones y hasta proceso penal en ciertos casos. Los colegios profesionales están naturalmente de acuerdo. ¿La colegiatura nos vuelve mejores profesionales? No necesariamente. La competencia profesional depende de cada uno. El esfuerzo, la creatividad y las calidades personales nos definen como profesionales. Hay muy buenos profesionales colegiados y no colegiados e, inclusive, que provienen de otra carrera. Hasta tenemos a personas brillantes que nunca pasaron por la universidad. No se puede exigir colegiatura para ser comentarista deportivo, gerente financiero, analista legal o profesor universitario. Sería inconstitucional, afecta la libertad de trabajo.
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La competencia por el talento está en el mercado, no en una colegiatura. Los colegios profesionales tienen que empoderarse, trabajar su reputación, ejerciendo con firmeza la ética y generando beneficios tangibles a sus asociados. Un buen colegio profesional debe ser exigente, certificar calidad y ética, ser un sello de confianza, ofrecer formación continua de calidad, networking y contribuir a prestigiar la profesión. No ganarse afiliados por ley.
Si este proyecto se aprueba, los primeros perjudicados serán los más de 4 millones de jóvenes en la informalidad, con bajos sueldos y los más altos niveles de desempleo. Afecta también a los trabajadores extranjeros con nuevos trámites y, especialmente, a los profesionales que laboran en actividades distintas a su carrera. Hasta para licencias de funcionamiento, se requeriría tener la profesión de la actividad a realizar. Así, un abogado no podría abrir una veterinaria o un filósofo una consultora de recursos humanos.
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El derecho al trabajo se afecta con este proyecto inconstitucional. Las personas tienen el derecho de trabajar sin mayores restricciones, especialmente en el sector privado. Puede exigirse estudios técnicos y universitarios, grados académicos, especializaciones como diplomaturas o maestrías, pero, al final, los profesionales optan libremente por los mejores lugares para trabajar, si lo hacen como independientes o si forman una empresa. Del mismo modo, son los empleadores, los usuarios y clientes los que terminan de definir el nivel de exigencia y competencia profesionales. Para escoger a la mejor consultora en ingeniería, acudir al doctor que nos operará o escuchar la radio de preferencia, no solemos preguntar si los profesionales están colegiados antes de contratarlos.
Nuestro país necesita elevar la productividad laboral. Debemos promover la competencia para generar la mayor eficiencia, reducir gastos en el Estado, más ventas para los profesionales y empresas. La competencia además hoy es global, un ingeniero peruano puede trabajar desde aquí para una tecnológica de Estados Unidos o un trabajador europeo laborar en una empresa peruana. Son los nómades digitales o turistas laborales.
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Los colegios profesionales deberían trabajar para que sus agremiados sean los mejores y se distingan de quienes no están interesados en afiliarse. La reputación del gremio no se genera por ley, sino por trabajar con dedicación, innovación, ética y difundiendo, como decía Gabriela Mistral, la alegría de dar.
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