"Mientras el gobierno nos anuncia ciertas cifras positivas, que son rezagos de decisiones que provienen de varios años atrás, y de algunos meses de altos precios de los minerales, lo real es que las empresas y las familias, en general, están en serios problemas". (USI)
"Mientras el gobierno nos anuncia ciertas cifras positivas, que son rezagos de decisiones que provienen de varios años atrás, y de algunos meses de altos precios de los minerales, lo real es que las empresas y las familias, en general, están en serios problemas". (USI)

Ricardo Valcarcel

Analista económico

La política está íntimamente ligada a los negocios. Ningún empresario puede abstraerse de lo que las instituciones del Estado normen, regulen o dispongan. Tampoco de lo que dejen de hacer cuando se requiere su intervención, pues pueden afectar sus operaciones y sus utilidades.

Ello es aún más válido en el Perú, donde la política está en una fase vergonzosa, trancada y caótica que dificulta la gestión empresarial.

La confrontación diaria entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, hace recordar a una partida de ajedrez en que se enfrentaban dos grandes maestros. Había gran expectativa. Sin embargo, luego de doce movidas anodinas, ambos acordaron un empate. ¿Qué pasó? Ninguno quería perder para clasificarse a la siguiente ronda, si perdía cualquiera de ellos quedaba eliminado.

En esas andamos, con puyas pueriles entre ambos poderes, cada uno defendiendo sus objetivos e intereses personales o grupales, dejando a las empresas en la incertidumbre y siendo un obstáculo para la toma de sus decisiones.

Tal prolongado escenario lo único que está produciendo es asegurar la recesión y la inflación en el país. Aún no se siente del todo tal fenómeno de estanflación, pues hay un periodo de retraso entre las medidas gubernamentales y legislativas que se toman y las que se dejan de tomar necesarias y sus efectos en las empresas.

El descenso de las inversiones, privadas y públicas, del último año, la violencia creciente en el país, la nula gestión gubernamental, y diversos factores negativos externos provocarán la referida estanflación con fuerza durante el último trimestre del presente año y gran parte del 2023.

El trimestre julio-septiembre será de transición, pues hay algunos temas positivos que amortiguarán la caída. Los precios de los metales que exportamos, pese a una baja última, siguen altos. El descenso reciente del precio del petróleo ayuda. Los retiros cuantiosos de las AFP y de los , así como la expedición de más bonos gubernamentales por las elecciones regionales y municipales, sostendrían la demanda en forma temporal.

Esa estanflación resulta ya ineludible, aun cuando se superaran pronto algunos temas políticos perversos, su efecto positivo también tomaría su tiempo. Cuando aumenta la aversión al riesgo y se pierde la confianza, también hay un retraso para que las empresas se animen a volver a tomar decisiones importantes en sus negocios.

Ya el MEF, el , los bancos de inversión, las calificadoras de riesgo y diversos organismos internacionales, que estudian la situación del Perú, vienen proyectando tal estanflación. Mes a mes corrigen hacia abajo el crecimiento del país para el bienio 2022-2023.

Un ejemplo de la visión cambiante de nuestro futuro inmediato lo tenemos con el BCR. En marzo manifestaba dicha entidad que a fines del presente año se regresaría al rango meta de la inflación. Ahora, en agosto. ya declara que ello se conseguiría a fines del 2023. Ojalá. Ya ahora toma comedidamente en cuenta la anarquía política que antes obviaba.

Mientras el gobierno nos anuncia ciertas cifras positivas, que son rezagos de decisiones que provienen de varios años atrás, y de algunos meses de altos precios de los minerales, lo real es que las empresas y las familias, en general, están en serios problemas.

La inflación se muestra reacia a bajar pese a los esfuerzos del BCR al estar subiendo la tasa de interés de referencia mes a mes. Desde agosto del 2021, la ha incrementado desde 0.5% hasta 6.5% actual. Ello ha subido el costo financiero de las empresas, lo que con la disminución de la demanda se causará paulatinamente el cierre de muchas pequeñas empresas.

La clase media se va diluyendo pues está gastando sus ahorros sustantivamente y muchas familias se están endeudando a niveles extremos. Se está quebrantando la cadena de pagos entre proveedores y clientes. Así, el sistema financiero está sintiendo una mayor morosidad en el repago de sus préstamos y están más cautos al dar nuevas tarjetas de crédito.

La clase económica más baja, peor aún, está tocando la miseria, con desnutrición extrema y pésima salud. En su desesperación también algunos se convierten en delincuentes o se unen a bandas que ya operaban. Con una policía que adolece de muchos defectos, la seguridad ciudadana resulta afligida lo que constituye otro de los grandes problemas que se tienen.

Ante la falta de inversiones y la baja de la rentabilidad del sector formal, ésta trata de reducir sus costos para sobrevivir, provocando un mayor desempleo. De esta manera, el fenómeno de la informalidad que ya era muy grave, se refuerza ahora y se eleva a 76% de la población trabajadora. El Perú se está convirtiendo en tierra de nadie y este ventarrón de problemas los pagaremos caro con la tuya y con la mía.

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