Especialista en políticas públicas
Podemos reflexionar sobre el bienestar de los peruanos a partir de la experiencia de Rosa, quien tiene dos bolsillos por llenar y requiere un piso sólido en el cual desenvolverse. El bolsillo derecho se llena a partir de los ingresos que recibe vía su empleo, su trabajo como independiente o su emprendimiento, en tanto que el bolsillo izquierdo se llena a partir de los servicios cuya provisión debe asegurarle el Estado, como salud, educación y agua potable. El piso sólido está compuesto por la institucionalidad y la seguridad, tanto para tener libertad de opinar, discrepar y elegir, como para proteger su integridad física, sus ahorros y sus bienes.
Lo que Rosa recibe en el bolsillo derecho es explicado por el crecimiento, en la medida que trae más oportunidades de empleo e ingresos para ella, su esposo y sus hijos. Así, el crecimiento –y la inversión privada que lo genera– les permiten tener más ingresos a fin de mes para atender sus necesidades. En los últimos 30 años, las tasas de crecimiento permitieron que Rosa llenara cada vez más su bolsillo derecho, lo cual se tradujo a nivel agregado en una fuerte reducción de la pobreza, que pasó de aproximadamente 60% a 20% en 2020.
Lo que Rosa recibe en el bolsillo izquierdo depende de que existan los recursos para la actuación del Estado, y que los mismos se traduzcan en bienestar para ella y su familia. Al respecto, el crecimiento generó impuestos relevantes para el Estado, multiplicándose por cinco el presupuesto público en los últimos 30 años. Tocaba al Estado gestionar adecuadamente esos recursos para que permitiesen que el bolsillo izquierdo de Rosa también se llenase. Lamentablemente, sin embargo, los servicios de salud, educación, agua potable y otros que recibe su familia tienen serios problemas de calidad.
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En cuanto al piso sólido, penosamente nuestra democracia pasa por una crisis crónica, con serios problemas de representación y un intento reciente de eliminarla, además de una creciente inseguridad en las calles. La falta de un piso sólido genera estrés en Rosa y su familia, y hasta dudas sobre el futuro que este país puede dar a sus hijos.
Así, el crecimiento ha brindado bienestar a Rosa y su familia –y a millones de familias peruanas– vía empleo e ingresos, y ha permitido aumentar el presupuesto público para que el Estado les brindase bienestar vía servicios y transferencias. Sin embargo, el Estado no ha cumplido con brindarles servicios de calidad y transferencias relevantes, ni tampoco institucionalidad y seguridad.
Cabe mencionar que el crecimiento de los últimos años se sustenta en tres elementos claves: (i) estabilidad macroeconómica gracias a la autonomía del Banco Central de Reserva, la prohibición de que preste plata al Estado y las reglas de estabilidad fiscal; (ii) la apertura comercial y los tratados de inversión y comercio con diferentes países, que trajeron inversión, competencia e innovación al mercado peruano; y, (iii) el protagonismo de la inversión privada en el ámbito empresarial, con reglas de competencia cada vez más sólidas.
Como Waldo Mendoza destaca en su libro “Constitución y crecimiento económico: Perú 1993-2021″, el crecimiento es necesario para alcanzar el desarrollo; sin crecimiento, casi no hay nada.
Pero, como él y muchos señalan, el crecimiento no basta. Requerimos que el Estado haga mejor lo que le toca.
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Transitar del crecimiento al desarrollo requiere trabajar en fortalecer nuestro sistema democrático, para tener autoridades en el Ejecutivo y el Legislativo que realmente se preocupen por los intereses de los peruanos y, por tanto, por mejorar el funcionamiento del Estado. Ello pasa por tener partidos políticos con planteamientos claros, democracia interna y miembros con integridad. Pasa además por tener mejores reglas de elección: que permitan la reelección, eviten el voto preferencial e impidan que quienes tienen sentencia en primera instancia puedan ser candidatos.
Ir del crecimiento al desarrollo necesita también trabajar en que el bolsillo izquierdo de Rosa se llene, lo cual requiere un mejor servicio civil, así como reformas que mejoren la calidad de los servicios. Adicionalmente, haríamos bien dando a Rosa más opciones para elegir, y no tener una sola opción, de un servicio prestado por el Estado. Hay experiencias interesantes, como Beca18, que permitió al hijo de Rosa elegir en qué universidad estudiar (y no solo poder ir a una universidad pública); y también los dos hospitales de EsSalud que vienen siendo gestionados por un administrador privado, en que Rosa se ha podido atender algunos años con niveles de atención y satisfacción bastante superiores a los de establecimientos bajo administración pública.
Pasar del crecimiento al desarrollo requiere, por tanto, que mantengamos el crecimiento, y además hagamos que el Estado funcione. Solo así la familia de Rosa –y millones de familias peruanas– podrá tener ambos bolsillos llenos, así como un piso sólido en el cual desenvolverse.
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