Escribe: David Tuesta, presidente del Consejo Privado de Competitividad y exministro de Economía.
La popular frase que le atribuye nacionalidad peruana al Todopoderoso encapsula un sentimiento de esperanza nacional de que ningún problema en el país dura eternamente y que siempre aparecerá una mano divina que nos terminará resucitando cual Lázaro. Durante los últimos tres años el país ha ido transitando por un oscuro túnel donde se han profundizado aún más nuestras debilidades institucionales y económicas, derivando en un círculo vicioso donde la dinámica de un Congreso y Ejecutivo desprestigiados han decantado en horrorosas políticas públicas que han terminado siendo “coronadas” con una prolongada recesión económica y un crecimiento de la pobreza a niveles de pandemia.
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Comenzó este 2024 con serias dudas respecto a cómo sería la senda de recuperación. Las proyecciones oficiales que indicaban que podíamos crecer a ritmo de 3.0% –insuficiente para generar mejoras sustanciales en el bienestar económico– se veían optimistas, sabiendo que el deterioro político sería una fuerte barrera para que se puedan tomar decisiones de políticas correctas. No obstante, hoy empiezan a emerger algunos elementos que podrían hacer que el futuro no sea tan tenebroso. Al menos en el corto plazo se otean eventos que elevan la probabilidad de que el Perú describa un perfil de crecimiento que supere incluso las expectativas del Gobierno.
Sin duda, uno de los factores que se está consolidando como pieza clave en la evolución de la actividad económica es el precio del cobre debido a una multidimensionalidad de sólidas razones. Mientras que, por un lado, están las mejoras en la actividad económica mundial en China y los Estados Unidos; por el otro, se observan serios problemas de oferta en países productores protagónicos como Congo y Zambia, debido a problemas de seguridad y un serio problema de suministro de electricidad para mantener las operaciones funcionando con normalidad. Y esto tiene para rato, pues estas falencias en países competidores no se solucionarán de la noche a la mañana.
Lo anterior ha derivado en reacciones en los mercados de los metales, gatillando posiciones especulativas que presionan aún más el precio del cobre. Esto porque la fortaleza de la demanda sobre la debilitada oferta del cobre ha presionado a los inversores que habían tomado posiciones en corto –especulando que la cotización iba a caer– a cubrirlas comprando cobre, incentivando además a más inversores a hacer lo mismo.
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Este círculo que retroalimenta los mercados de bienes y financieros de este metal coloca una base importante para el crecimiento de nuestra economía, que dependiendo de cómo se vayan desarrollando los hechos podría implicar un impacto de 0.3 y 0.5 puntos del PBI entre el 2024 y el 2025. Este sólo hecho podría además mejorar el perfil de sostenibilidad fiscal, contar con una moneda peruana fortalecida y mejorar las expectativas de crecimiento. ¿Nos está bendiciendo el Señor nuevamente?
Las expectativas en el corto plazo, además se pueden ver fuertemente activadas si es que se empiezan a concretar varios de los proyectos que desde hace algún tiempo sonaban como promesas que no se cumplirían nunca, pero que ahora toman nuevo brío. Así, sumémosle a la entrada en funcionamiento del Puerto de Chancay, que ya es prácticamente una realidad, los anuncios de que a inicios del 2025 se podría comenzar con la construcción de Tía María que, entrando a producción el 2027 le añadiría cerca de 0.5 puntos porcentuales de crecimiento anual. Supongamos también que Chavimochic III avanza dentro de los plazos comprometidos y sin sobresaltos; y que la “papa caliente” de Petroperú logra encausarse hacia una solución sostenible que disipe todos sus riesgos. Crecer por encima del 3.0%, podría ser viable.
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Pero bueno, nuestra fe en que el Espíritu Santo nos traiga todas esta bendiciones, tendrá que seguir enfrentándose al serio deterioro político que no tiene visos de disiparse, donde un Ejecutivo poco ambicioso y debilitado se ve arrinconado por un Congreso lleno de bancadas oportunistas. Alguien que no cree en milagros como S&P, justificó la bajada de calificación del riesgo peruano al complejo panorama político que se extendería hasta las próximas elecciones presidenciales y congresales. Y esto es realmente un tremendo peligro, si nos guiamos por la lista de medidas populistas en sólo el último año tales como: el incremento de remuneraciones por S/ 10,000 millones; la incorporación en la carrera magisterial de profesores que no han pasado pruebas; la inclusión al sistema público de doctores que no han pasado Serum; la aprobación del séptimo retiro de fondos del sistema privado de pensiones; entre otros. Y, a tener en cuenta que hay todavía una fila larga de proyectos populistas esperando.
Pero soñemos por un momento que quizá Dios sea peruano, y que las noticias positivas que están tocando nuestra puerta tengan la fuerza para darle la vuelta al sombrío escenario por el que ha estado pasando el país. Quién sabe, rezar puede ayudar a estas alturas.
Exministro de Economía.
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