Escribe: Aldo Barco, gerente de Administración y Finanzas de Footloose.
En nuestro país, la educación financiera es uno de esos temas que siguen sin tener la atención que deberían. De acuerdo con la tercera Encuesta Nacional de Capacidades Financieras en el Perú (2022) desarrollada por la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), solo el 36% de los adultos peruanos tienen conocimiento sobre conceptos relacionados con este tema. Este desconocimiento se ve reflejado en el manejo que muchos emprendedores tienen al administrar sus proyectos.
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La educación financiera permite a los emprendedores empoderarse para descifrar el complejo lenguaje de las finanzas, acercándose a conceptos como el presupuesto o las estrategias de inversión, sentando una base sólida para sus empresas. Aquí la importancia de promover acciones que puedan dar el acceso a nuestros emprendedores a estas herramientas, pues, sin importar la etapa en la que se encuentre su empresa, esta puede marcar un curso de crecimiento.
Sin embargo, a pesar de los probados beneficios para la economía nacional de promoverla, la realidad es que la educación financiera no representa una prioridad del sector educativo peruano. Solo por citar un ejemplo, los resultados de la prueba PISA del 2018 arrojó como resultado que nuestro país se encontraba en el puesto 411 en educación financiera, por debajo de muchos países de la región. Es en esa poca preparación de nuestros jóvenes donde nos encontramos con la barrera más grande para el desarrollo de nuestro sistema emprendedor.
Más allá del encomiable trabajo de instituciones como la SBS o Asbanc para mejorar la calidad de la educación financiera en nuestro país, los programas de educación de todo nivel deben tener como una de sus metas principales la adecuada formación de los niños y jóvenes en estos temas. Se necesita un compromiso real de autoridades y organizaciones para iniciar un camino hacia el desarrollo de estas habilidades.
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Por otro lado, también los adultos tenemos un deber con este cambio. En nuestro rol de padres, profesionales y también como empresarios, emprendedores y tomadores de decisiones, debemos inculcar y promover en los jóvenes el interés en la debida administración del dinero, la elaboración de presupuestos, manejo de deudas, entre otras.
Además, es de suma urgencia enfatizar la importancia de seguir midiendo el nivel de educación financiera de la población para poder trazar estrategias basadas en la realidad. Con ello, podremos minimizar los riesgos de quiebra y fomentar la seguridad financiera en nuestra sociedad. Finalmente, la inclusión financiera es clave para lograr un camino hacia el desarrollo. Cuando la educación se combina con la inclusión, se promueve el bienestar económico y social de un país, considerando a todos en este proceso de crecimiento.
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