ELECTRICIDAD. En lo que respecta al uso de recursos energéticos renovables (RER) para producir electricidad, en lugar de avanzar, el Perú ha retrocedido. Hasta el 2002, el 85% de la energía eléctrica generada en el país procedía de centrales hidroeléctricas, pero con el desarrollo del gas de Camisea, la mayor parte de las nuevas plantas generadoras utiliza energía termoeléctrica, es decir, tiene como insumo ese combustible fósil. Como consecuencia, la matriz energética peruana está compuesta de la siguiente manera: termoeléctrica (56.1%), hidroeléctrica (38.7%), eólica (3.1%) y solar (2.1%).
Estas cifras han sido recopiladas por el proyecto H2LAC, iniciativa creada el 2020 por la agencia de cooperación alemana GIZ, el Banco Mundial, la Cepal y el Programa Euroclima+ de la Unión Europea para acelerar el avance del hidrógeno verde en América Latina y el Caribe. Es que el uso de energías limpias no es exclusivamente un asunto de los países desarrollados. De hecho, la región en general y el Perú en particular, poseen características geográficas propicias para el desarrollo de energía eólica y solar, entre otras. Uruguay es ejemplo del aprovechamiento de este potencial: genera el 98% de su energía con RER.
Nuestro país, en cambio, está rezagado, como ocurre con todo lo concerniente con la lucha contra el cambio climático. Eso no significa que no exista legislación sobre energías limpias sino que, al contrario, es abundante y de larga data. Se empezó el 2008 con un decreto legislativo que promueve la inversión en la generación de electricidad con RER, que fue reglamentado el 2011 –la normativa nacional es así de lenta con los temas relevantes–.
Uruguay emprendió el cambio de su matriz energética el 2007, y mientras que está por alcanzar su meta (100%), el Perú aún no logra despegar con la suya: el Gobierno de Francisco Sagasti planteó un 15% de energía eólica y solar para el 2030. Con Pedro Castillo, por supuesto, no se hizo nada, y el Gobierno actual no está tomando en cuenta el mediano y largo plazo. El Congreso tampoco le presta atención al tema, aunque quizás eso sea para bien; no vaya a ser que a alguna bancada se le ocurra declarar “de interés nacional” el viento y los rayos solares, y proponga nacionalizarlos.
A medida que las RER vayan ganando terreno en el mundo, las tecnologías para generar energías limpias seguirán abaratándose y, por ende, aumentará su disponibilidad. Su impacto social también es grande, pues son factibles de instalarse en zonas rurales alejadas. Es hora de tomarlas en serio.
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