El martes publicamos una crítica sobre los aspectos económicos del mensaje a la Nación del último domingo. Nos faltó espacio, no obstante, para comentar también los anuncios –y vacíos–vinculados con los temas políticos.
Para empezar, solo el que el mensaje haya durado más de 5 horas fue un error evidente. Mucha gente recordará más este dato sobre el discurso que cualquier otro que la presidenta Dina Boluarte se haya esforzado en ofrecer.
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Sobre sus anuncios, pese a la longitud del discurso, hubo realmente muy pocas novedades. Algunos de los asuntos que hubiesen parecido más interesantes, como el regreso del curso de Educación Cívica a la malla curricular, en realidad eran cosas que ya se habían anunciado antes. Igual la creación de nuevas universidades en varias provincias, lo que además difícilmente es una buena noticia, considerando que esos lugares ya cuentan con universidades que actualmente no tienen suficientes profesores ni infraestructura. Y la creación de nuevas instituciones educativas, que además tomarán años en implementarse, les restarán presupuesto a las universidades ya existentes.
Las pocas reformas propuestas, como la posible fusión de ministerios o la creación del Ministerio de Infraestructura, no han sido sobre asuntos en los que el Ejecutivo ya haya venido trabajando, sino que más parecen ideas al paso que alguien sugirió, pero sobre las que no se ha ofrecido sustento.
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Quizá más importante fue lo que la presidenta dejó de decir. Aún tras la larga lista de cifras y anuncios poco novedosos, no sabemos qué piensa hacer el Ejecutivo concretamente para solucionar la crisis política. Tampoco cómo piensan mejorar siquiera parcialmente su relación con la población (sus cifras de aprobación están en un solo dígito y son las más bajas de la región), ni dio respuesta alguna sobre las investigaciones que hoy existen en su contra.
Así, lo que vimos en materia política el domingo fue poco más que una suma de promesas vacías. Toca ahora observar qué relación surge entre el Gobierno con la nueva Mesa Directiva del Congreso, para confirmar si tendremos otro año similar de un Gobierno políticamente débil frente a un Parlamento envalentonado. Hasta el momento, nada hace pensar que no seguirá siendo así.
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