El pleno del Congreso aprobó, en segunda votación y con 91 votos (por encima de los 87 requeridos), la reforma constitucional que restituye la bicameralidad. Así, a partir del 2026, y luego de más de tres décadas, el hemiciclo contará con dos cámaras: la de senadores, con 60 integrantes, y la de diputados, con 130. De igual manera, se decidió retomar la reelección inmediata de parlamentarios, por lo que tanto senadores como diputados podrán ser elegidos de manera inmediata en su mismo cargo. Además, se abre la puerta para que los actuales congresistas postulen al senado.
Esta modificación a la carta magna tiene implicancias positivas. Una de ellas es el incremento del número de parlamentarios. Un informe de El Comercio (2020) indicó que mientras que en Chile hay un representante por cada 88,020 electores, en Perú la relación es de uno por cada 190,764 electores. Este aspecto, aunque impopular, es acertado para fortalecer la democracia y paliar la subrepresentación de la que adolece el país.
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Más importante aún es el impacto positivo que, teóricamente, podría tener la bicameralidad en la calidad de las leyes. Al haber un “filtro” extra, muchas iniciativas nocivas, desestabilizadoras y populistas, como las que muchos congresistas han impulsado en los últimos años, al menos recibirían una consideración extra y, en el mejor de los casos, podrían optimizarse.
De otro lado, la reelección de senadores y diputados representa, además, un incentivo adecuado con el que los electores podrían “premiar” a sus representantes. De esta manera, tal vez habría un mayor esfuerzo en servir mejor a los ciudadanos desde los escaños.
El aspecto económico también saldría beneficiado. Ya en enero (Gestión 24.01.24) desde Moody’s veían el retorno a la bicameralidad como una señal importante de potencial estabilidad política, que contribuiría a la confianza del sector empresarial. Hoy la agencia calificadora va un paso más allá (ver páginas 2 y 3) y asevera que este cambio podría ayudar al país a regresar a una perspectiva estable.
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Sí, lo aprobado ayer tiene aspectos positivos. Sin embargo, no podemos perder de vista que es una reforma incompleta. Al no haberse avanzado en iniciativas para fortalecer el sistema y los partidos políticos, e incluso haber eliminado las elecciones primarias sin siquiera haberse realizado al menos una vez, no es arriesgado asumir que las carencias de la clase política permanecerán. Además, la vacancia presidencial por incapacidad moral permanece como la espada de Damocles de todo mandatario. Mientras desde el Congreso no se lleven a cabo acciones concretas en estos frentes, seguiremos en lo mismo.