La Tasa de Referencia de la Política Monetaria (o tasa de interés del BCR) es un indicador desconocido para el común de los mortales. Pero para las entidades financieras, analistas, organismos internacionales y medios especializados, es clave. Los bancos centrales (autónomos) usan esta herramienta para influenciar las expectativas inflacionarias. Si se espera que la inflación siga aumentando, el BCR subirá su tasa ya que eso provocará que las tasas de interés del sistema financiero se incrementen, lo que encarecerá el crédito. El efecto es que empresas y familias reducirán su consumo (porque endeudarse para ello cuesta más), y de ese modo, la menor demanda hará que los precios disminuyan.
El “daño colateral” es que al reducirse el consumo, el crecimiento económico se puede ralentizar, aunque también influyen otros factores y el efecto no es inmediato –toma unos tres trimestres–. En cambio, cuando la economía está enfriada, o corre el riesgo de estarlo, la rebaja de la tasa de referencia hace que el crédito se abarate y, por ende, que empresas y familias incrementen su consumo; pero esa medida solo es eficaz si las expectativas inflacionarias están “ancladas” (no se espera que la inflación aumente).
Al inicio de la pandemia, entre marzo y abril del 2020, el BCR redujo su tasa de 2.25% a 0.25% (nivel mínimo histórico), a fin de incentivar la economía y evitar que se enfríe demasiado. La mantuvo así hasta agosto del 2021, cuando la subió a 0.50%, coincidentemente con el inicio del régimen de Pedro Castillo, y comenzó un ciclo de incrementos graduales que terminó en diciembre pasado con su tasa en 7.75%. Dado que las expectativas inflacionarias están muy cercanas al límite superior de la meta del BCR (3% anual) y se proyecta que la economía crezca este año, pero rozando el 0% (hasta julio, el PBI había caído 0.58%), este mes la entidad decidió reducir su tasa a 7.5%.
El primer efecto será sicológico: los analistas comenzarán a augurar mejores cifras macroeconómicas para los próximos meses. Luego, se supone que habrá una reducción paulatina de las tasas de interés del sistema financiero y un mayor consumo, que impulsará la alicaída economía. Esa es la teoría (y no ocurrirá pronto), aparte que solo se trata de una rebaja y el BCR ha advertido que “no necesariamente implica un ciclo de sucesivas reducciones”. Aparte que hay factores exógenos que podrían retrasar más la recuperación, como el irresponsable intento del Congreso de socavar la estabilidad jurídica, y la amenaza de El Niño global.