No se puede vivir desconfiando de las iniciativas de científicos nacionales”. (Foto: Hugo Pérez/GEC)
No se puede vivir desconfiando de las iniciativas de científicos nacionales”. (Foto: Hugo Pérez/GEC)

DESINTERÉS. Tanto en la primera ola de la pandemia como en la segunda, el oxígeno medicinal ha sido objeto de rimbombantes declaratorias en las normas legales. Es un “recurso estratégico” prioritario para la lucha contra la pandemia y su uso está regulado, autorizado, asegurado y garantizado. Durante todos estos meses se han sucedido decretos de urgencia, leyes, decretos supremos y resoluciones ministeriales, cuyas disposiciones, lamentablemente, se quedaron en el papel, pues la realidad muestra que de nada sirvieron para evitar que el colapso se repitiera.

Gremios médicos, así como especialistas y empresas advirtieron al gobierno de Vizcarra, y también al de Sagasti, que si no se actuaba, sobrevendría una nueva crisis de oxígeno. Pero cuando entre setiembre y noviembre bajó la presión sobre la necesidad del recurso, ambos gobiernos, en particular desde el Minsa y Essalud, se descuidaron. Hay que recordar que Víctor Zamora y Vicente Zeballos bloquearon la ayuda que el sector privado ofrecía al Estado, mientras que se dilataban las autorizaciones a iniciativas de universidades para proveer equipos como plantas generadoras de oxígeno y ventiladores.

Quizás la única medida que ha sido cumplida sea la reducción de la concentración mínima de 99% a 93%, decretada en junio del año pasado, casi tres meses después de la llegada del covid-19 al país. Por cierto, quien autorizó la elevación de dicha concentración a 99%, hace once años (mediante la Resolución Ministerial 062-2010-Minsa) fue Óscar Ugarte, entonces titular del Minsa y que acaba de asumir el mismo cargo. Hasta ahora, sus declaraciones en torno a la escasez de oxígeno han redundando en generalidades como “la demanda ha excedido la oferta”.

El presidente Sagasti ha pedido a las empresas que ayuden con oxígeno, pero la mayoría de mineras no lo produce. Southern sí lo hace, pero el Gobierno demora en otorgarle la autorización. Al respecto, esa parsimonia también ha sido el mayor escollo que ha enfrentado la instalación de plantas de parte de la UNI (de las 47 que tiene programadas solo ha podido completar dos). La solución inmediata sería importar oxígeno, pero pasan los días y mientras aumentan los contagios, casos graves y fallecidos, no se toman decisiones. Ni siquiera se sabe cómo se trasladará el oxígeno que Chile donará.

El Estado no puede seguir mirando al sector privado como un enemigo, ni vivir desconfiando de las iniciativas de científicos nacionales. La escasez de oxígeno se pudo evitar, pero a nadie en el Gobierno le interesó.