SOLO PALABRAS. El presidente Pedro Castillo brindó tres entrevistas, a pesar del recelo que les tiene a los medios, una de ellas a la cadena CNN. Pero una constante en todas es que trató de esconder la incapacidad para gobernar, demostrada hasta el momento, tras la imagen de ser una persona que desconoce cómo opera el Estado y que recién está aprendiendo. “He cometido errores, ha habido una etapa de aprendizaje. Nunca me formé para político”, argumenta. Y recalca que el Perú seguirá siendo su escuela, aunque sostiene que no terminará su gobierno aprendiendo.
Sin embargo, los hechos contrastan con sus declaraciones. Si bien durante la primera vuelta el mandatario podría dudar de la posibilidad de ganar las elecciones, al pasar a la segunda vuelta debió prepararse, pues era uno de los dos candidatos que podía ganar. Ya hasta ese momento era evidente que no tenía plan ni equipo, por lo que debió darse seriamente a la tarea de buscarse uno –lo cual no ocurrió y más recurrió a improvisados para los debates–. Nadie espera que Castillo conozca a detalle el funcionamiento del Estado, pero sí que se rodee de profesionales capacitados y honestos con el conocimiento del que él carece. Sin embargo, en casi la mayoría de los casos no ha sido capaz de nombrar a funcionarios idóneos.
Una muestra es que considera que no es importante para el país conocer la labor de Bruno Pacheco o las visitas a la casa de Sarratea justamente cuando la corrupción en los altos funcionarios es una lacra que se arrastra desde hace varios años, y nadie quiere que se repitan los casos. Sus palabras en las entrevistas demuestran que en realidad la lucha contra la corrupción no le interesa y que aun cuando repita hasta el cansancio que “no hemos venido a robarle ni un centavo al país”, los hechos demuestran que no hay la intención de asumir ese combate seriamente.
Peor aún, Castillo busca eximirse de la responsabilidad de nombrar a funcionarios incapaces e incluso con procesos judiciales, olvidando que él los designó. Y para colmo, sostiene que le parece bien que los problemas pasaron al inicio de su gestión “para darme cuenta de que de esto está hecha la política”. ¿No lo sabía?, ¿no aprendió de los errores de otros presidentes?
También resulta poco creíble sostener que desconocía la fiesta de cumpleaños que se le preparó a su hija en Palacio de Gobierno. ¿Las personas entran y salen de Palacio sin que nadie pregunte o sin que tengan autorización? ¿Dónde está Seguridad del Estado?, ¿ya despidieron a alguien?
El presidente no solo se equivoca cuando sostiene que el Perú debe ser su escuela sino, sobre todo, al considerar que la mayoría de los peruanos creen en su palabra.