Editorial de Gestión. La incertidumbre no solo estaría retrasando decisiones de inversión sino también de consumo.
Editorial de Gestión. La incertidumbre no solo estaría retrasando decisiones de inversión sino también de consumo.

RECUPERACIÓN. A pesar de que la crisis política alcanzó su punto álgido en noviembre –un Gobierno de cinco días de duración incluido–, la economía peruana siguió recuperándose, y mejor de lo que se esperaba. El PBI se contrajo 2.81%, la tasa más baja desde la estrepitosa caída de abril, apuntalado por los sectores financiero y construcción. El componente privado de este último ha mostrado una impresionante capacidad de rebote, aunque lo mismo no puede decirse de la inversión pública, que demoró demasiado en despertar. Si bien creció en noviembre, la correspondiente al Gobierno nacional volvió a caer.

Los otros sectores en azul fueron telecomunicaciones y administración pública, que no se han contraído durante la pandemia, mientras que agro cerró en positivo por segundo mes consecutivo. El resto siguió con números en rojo, incluidos manufactura, comercio y servicios –el más afectado continuó siendo alojamiento y restaurantes–. En ese entonces, se proyectaba que la reactivación proseguiría y que a fines del primer trimestre de este año el PBI comenzaría a crecer, pero en diciembre esa mirada optimista sufrió un revés.

Las protestas de trabajadores de las agroexportadoras, que provocaron una rápida derogatoria de la Ley de Promoción Agraria en el Congreso, y la insistencia de este poder del Estado en aprobar normas populistas (e inconstitucionales) generaron una disminución de las expectativas, además de un retroceso en la calificación crediticia del país. El dato más importante no será cómo quedó el PBI en diciembre –ya se conocen las proyecciones para el 2020– sino en enero.

Las restricciones impuestas la semana pasada ante la segunda ola (o rebrote, según se pregunte al Minsa o al MEF) influirían en los resultados de enero en algunos sectores, en especial en comercio y servicios, aunque el mayor impacto será sobre las expectativas. Es por ello que su manejo debe tener un lugar más destacado en el Gobierno, ya que la incertidumbre no solo estaría retrasando decisiones de inversión, sino también de consumo –el cual se ha contraído pese a las cifras récord de ahorro privado–.

Pero muchos otros se han quedado sin fuente de sustento. El año pasado, la población ocupada en Lima Metropolitana sumó 3.78 millones de personas, 1.13 millones menos que el 2019. Las más golpeadas fueron las que tenían empleo adecuado (1.17 millones), pues la población subempleada aumentó en 33,900 personas. Este deterioro afectó la masa salarial, que retrocedió 29.4%. Si la situación no mejora, el descontento votará en abril.

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