Las alarmas se encendieron la semana pasada. La Comisión Multisectorial de Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (ENFEN) cambió su alerta de “no activo” a “vigilancia de El Niño costero”, lo que significa que es más probable que ocurra a que no ocurra. La última vez que el país sufrió este embate de la naturaleza fue entre enero y mayo del 2017. Y fue precedido por escasez de lluvias el año anterior y descuido en el gasto público en prevención –descolmatación de cauces, construcción de defensas ribereñas, refuerzo de puentes, etc.–. Lo inquietante es que tanto el déficit hídrico previo como la falta de prevención se han repetido en esta ocasión.
Con las irregularidades pluviales no se puede hacer mucho, aunque sí es posible recurrir a la experiencia para determinar qué anticipan, pero es increíble que se siga dejando de gastar recursos para reducir el impacto de El Niño, o de otros eventos recurrentes en nuestro país, como huaycos o terremotos. Si bien la ocurrencia de El Niño costero aún se encuentra dentro del rango de las probabilidades, si llegase a presentarse, nos volverá a coger desprevenidos, como ha ocurrido siempre. Por ejemplo, el del 2017 provocó 101 fallecidos, 19 desaparecidos, 141,000 damnificados y casi un millón de afectados. Y los daños materiales superaron los US$ 3,000 millones.
Dado que había reducido la ejecución y el presupuesto en prevención, el 2016 y 2017, respectivamente, el Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski buscó enmendar ese carísimo error con grandes anuncios, entre ellos un programa de nombre rimbombante (Reconstrucción con Cambios), que incluía la edificación de viviendas alejadas de cauces de ríos y zonas de riesgo de huaycos. La agencia creada para implementar el programa operaba con tal lentitud que en junio del 2020, el Gobierno de Martín Vizcarra firmó un convenio con el de Reino Unido para que agilice la reconstrucción de infraestructura pública. El convenio fue ampliado hasta el próximo 31 de diciembre.
El viernes, el Gobierno declaró en emergencia 233 distritos de siete departamentos, por “peligro inminente” ante las intensas lluvias. Si El Niño costero se presenta este año, el descuido en prevención –el 2022 no se gastó el 32% de lo presupuestado– obligaría a otra reconstrucción. Además, afectaría a sectores como agricultura, pesca, manufactura primaria y servicios (electricidad, agua, transportes, turismo), en tanto que la escasez de alimentos ejercería mayor presión inflacionaria. En suma, sería un factor adicional de descontento social, esta vez en el norte del país
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