
Escribe: Joswilb Vega. Chief Investment Officer de Profuturo AFP
Nuestro premio Nobel, Mario Vargas Llosa, afirmó que “en las elecciones del 2011 tuvimos que elegir entre el SIDA y el cáncer terminal”. A pesar de que el país venía de varios años de alto crecimiento económico, con inversión privada y generación de empleo, resultaba difícil asimilar que la propuesta de Ollanta Humala resultara la ganadora, pues iba en contra de todo lo que se había alcanzado.
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Al final, elegimos a Ollanta Humala y ya conocemos las consecuencias: corrupción desenfrenada, desaceleración económica y la paralización de los grandes proyectos de infraestructura que estaban en cartera y debían impulsar la economía peruana, especialmente porque el precio de los metales no acompañaba.

Luego del Gobierno de Humala, los peruanos comprendimos que las propuestas políticas alejadas de la inversión privada, el crecimiento económico y el respeto a la propiedad privada solo perjudicaban al país, algo que también se evidenció en otros países. Chile estaba con Michelle Bachelet Jeria, Evo Morales en Bolivia y Dilma Rousseff en Brasil, y ninguno cumplió su promesa de ser la panacea para los problemas sociales; por el contrario, hoy vemos las consecuencias. Así llegamos al 2016 con dos candidatos alineados en temas económicos, a pesar de que la izquierda aún mantenía mucha fuerza en la región.
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Pedro Pablo Kuczynski ganó las elecciones y, pocos meses después, Sebastián Piñera fue elegido presidente en Chile por segunda vez, sumándose a la ola promercado que había iniciado Mauricio Macri en Argentina. Pocas veces, la región había contado con varios presidentes promercado, tecnócratas y empresarios: aquellos que, en teoría, saben cómo funciona la economía y pueden tomar las medidas correctas para impulsarla, lograr los balances macroeconómicos necesarios, reducir la pobreza, controlar la inflación y, finalmente, tener gobiernos técnicos y no meramente políticos.
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La luna de miel de estos tres presidentes terminó en menos de dos años. PPK no pudo enfrentar la oposición en el Congreso y tuvo que renunciar; Piñera no resistió la presión en las calles y el estallido social del 2019 lo quebró; Macri tampoco logró implementar sus reformas económicas. La esperanza de tener buenos gobiernos e impulsar un ciclo económico favorable en la región se desvaneció. Luego llegó la pandemia del covid-19, dejando el escenario listo para que candidatos como Pedro Castillo y Gabriel Boric llegaran a la presidencia de Perú y Chile.
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Diez años después, nos encontramos en una posición similar: términos de intercambio favorables para la región, monedas apreciadas, Argentina con un presidente como Javier Milei, Chile acaba de elegir a José Antonio Kast, Bolivia cerró el espacio al MAS y optó por su antítesis y, en general, una izquierda más debilitada en la región.
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Tenemos 36 candidatos para las elecciones presidenciales del 2026, y aún es muy temprano para anticipar quiénes podrían pasar a la segunda vuelta o, peor aún, quién será nuestro próximo presidente. Sin embargo, la región vuelve a dar una oportunidad a las ideas promercado, a la inversión privada y al derecho de la propiedad privada como pilares del orden económico.
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La gran lección de hace diez años es clara: un presidente no puede gobernar sin un Congreso que lo respalde, y mucho menos sin el apoyo popular que le otorgue legitimidad.







