
Escribe: María Julia Sáenz, socia líder de Tax & Legal de KPMG en Perú
El cierre del 2025 nos encuentra, una vez más, ante una avalancha de proyectos de ley en materia tributaria en el Congreso. En los últimos meses, se han presentado y aprobado iniciativas que modifican aspectos puntuales del Código Tributario, la Ley del Impuesto a la Renta, el régimen de exoneraciones del IGV, los procesos contenciosos y hasta los incentivos para la investigación y la innovación. Cada una de estas medidas, aunque relevante en su contexto, responde a una lógica de “remiendo” más que de reforma: se ajusta aquí, se prorroga allá, se crea una excepción, se otorga un beneficio temporal. El resultado es un sistema tributario cada vez más fragmentado y difícil de administrar.
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Durante los últimos 25 años, el sistema tributario peruano ha sido objeto de innumerables modificaciones parciales, muchas veces impulsadas por la urgencia política o la presión de sectores específicos, sin una visión de conjunto ni un diagnóstico serio de los problemas estructurales. Así, la reforma fiscal integral que se promovió a inicios de los años 90 ha quedado desdibujada, sustituida por una sucesión de parches que han erosionado la coherencia, la simplicidad y la predictibilidad del sistema.

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Los proyectos recientes ilustran este fenómeno: desde la modificación de los intereses en devoluciones y multas, pasando por el “arrendamiento justo” para la renta de inmuebles, la prórroga de exoneraciones del IGV, hasta la flexibilización de los procesos contenciosos y los incentivos para el fraccionamiento de deudas tributarias. Todas estas medidas, aunque pueden tener justificación técnica o coyuntural, contribuyen a un entramado normativo cada vez más difícil de entender y cumplir.
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Lo que realmente necesita el Perú no es un Congreso con vocación de “sastrecillo valiente” y más ajustes cosméticos, sino una revisión profunda y seria del sistema tributario. Una reforma integral que lo haga más simple, predecible, transparente y amigable, que facilite el cumplimiento y promueva el desarrollo de los negocios. Un sistema que deje de ser un obstáculo y se convierta en un aliado para la formalización y la competitividad.
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La experiencia internacional y la propia evolución de la economía –especialmente en el contexto digital– exigen marcos normativos modernos, capaces de adaptarse a los nuevos modelos de negocio y de garantizar la equidad y la sostenibilidad fiscal. Sin embargo, en el Perú seguimos atrapados en la lógica del parche: cada problema se resuelve con una excepción, cada presión sectorial se atiende con un beneficio temporal, cada litigio se enfrenta con una nueva regla procesal.
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Es hora de romper este círculo vicioso. La reforma tributaria que el país necesita debe nacer de un debate serio, técnico y transparente, que evalúe las medidas adoptadas en las últimas décadas y trace un camino claro hacia un sistema coherente y sostenible. Seguir parchando solo prolonga la agonía de un sistema que ya no resiste más improvisación.
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¿Tendremos la voluntad política y el consenso técnico para dar el salto hacia una verdadera reforma? El tiempo corre, y cada día que pasa sin una solución integral es un día más en que el sistema tributario peruano se hunde en la complejidad y la ineficiencia.








