Director periodístico
Este diario es en esencia libre y tolerante, y lo ha seguido siendo así durante el último año.
De hecho, el buen periodismo exige el ejercicio de la libertad y la tolerancia: reconocer el valor del otro, aceptar su opinión distinta —en posiciones basadas en información probada o incluso en creencias—, no anularlo. ¿Pero la tolerancia tiene límites? ¿Es el odio su límite? ¿Es la mentira (o los fake news)? ¿Son los radicalismos? Sí. Karl Popper describe la paradoja de la tolerancia como la necesidad de ser intolerantes con la intolerancia para construir una sociedad tolerante: si no estamos preparados para defenderla “contra las tropelías de los intolerantes —dice—, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia”.
Sin libertad y tolerancia, por cierto, no hay democracia posible, y sin democracia no hay mercados. La conservación y el aliento de estos pilares son más importantes de lo que usualmente creemos para nuestros negocios. Escucharnos es un deber que no podemos solo recordar en tiempos de conflictos sociales y crisis política, para luego llamarnos caviares y comunistas —y que nos llamen fachos—, tan fácilmente que las calificaciones recaigan y estigmaticen a intelectuales y profesionales con los que, si lo vemos bien, podemos tener más acuerdos que desacuerdos ideológicos. Creemos que así aislamos al ‘enemigo’, cuando es una fórmula que solo construye extremos.
El búmeran recae sobre nosotros cuando, desde el otro extremo —a cuya construcción contribuimos—, acusan de falsas a nuestras acciones para el fortalecimiento de la democracia y de corruptos a nuestros representantes que incursionan en política, lo que los lleva del descrédito personal al proceso penal. O embarran de sospecha a cualquier vínculo entre los actores públicos y privados, como si fuera posible construir un país de otra forma. O encuentran en cualquier error con el cliente una prueba más de que la empresa solo quiere chuparle la sangre a la sociedad. O convierten toda controversia tributaria en una farsa por la evasión.
Estamos heridos. Lo que hemos vivido en el 2022 no fue poco. Pero pasó. Una facción de líderes empresariales continúa señalando hasta hoy a la otra como responsable (“ahí está tu progresismo, ya ves”), como si sirviera de algo o como si los resultados electorales no respondieran más a problemas estructurales del país que a ‘agendas’. Rechacemos el miedo a los fantasmas para abrirnos paso juntos, en la defensa del libre mercado y los mercados, la democracia, la libertad y la tolerancia. Y cortemos los extremos: dejémoslos afuera con sus medias verdades. Lo decía Popper: “Tenemos que reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia”.
Esta es mi última columna como director periodístico de Gestión (¡gracias, lectores y lectoras, por el privilegio!). Si acaso la reflexión de hoy me coloca en un extremo, será simplemente sintomático.