Escribe: Fernando Eguiluz, CEO de BBVA Perú.
La mayoría de peruanos son muy aficionados al fútbol. Por ello, creo que este ejemplo será muy fácil de entender. ¿Se imaginan qué pasaría si, de un momento a otro, sin mayor explicación y debate, una mano en el área ya no se considere como penal o que los goles tengan un valor diferente según la posición del campo en el que se anoten o la camiseta que se vista?
Cambios de este tipo causarían confusión en jugadores, entrenadores, dirigentes, aficionados, periodistas y patrocinadores. Si las reglas no son claras o se cambian continuamente de manera irreflexiva, el resultado inevitable es la pérdida de confianza.
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Sucede exactamente lo mismo con las inversiones. Si una persona espera que su negocio tenga un retorno en un tiempo estimado, realizará una inversión confiando en que se mantendrán las condiciones existentes, que deben responder, además, a criterios técnicos muy claros. En cambio, si no existe esa certeza, lo más probable es que ni siquiera considere la posibilidad de invertir a largo plazo.
La evidencia mundial demuestra que la falta de estabilidad y predictibilidad ahuyenta a los inversionistas, merma la confianza empresarial, resta dinamismo a la economía, reduce el número de empleos de calidad y limita la oferta de productos y servicios nuevos, afectando el desarrollo y el progreso de los países.
Desde 1993 hasta el2019, la economía peruana creció en un promedio anual de 4.8%, obteniendo los mejores resultados de la región en un entorno de cierta estabilidad institucional. En el 2020 la pandemia trajo las duras consecuencias económicas que todos conocemos, pero en los últimos años se ha sumado otro factor que ralentiza la reactivación de la economía: las reglas del juego están cambiando permanentemente en base a consideraciones emotivas o ideológicas que prevalecen sobre los argumentos técnicos.
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Por ello, hoy los retos del ámbito político representan el principal obstáculo para el desarrollo económico del país y explican la reciente rebaja de calificación crediticia del Perú de parte de Standard & Poor’s (S&P).
En este contexto, es más urgente que nunca recuperar la confianza. Sin confianza, será muy difícil promover la inversión privada, que es el principal motor para generar crecimiento económico, empleo, bienestar y más oportunidades para todos.
Y confianza quiere decir estabilidad institucional, predictibilidad regulatoria en las normas, en las reglas de juego, en qué es lo que se pueda esperar en el mediano y largo plazo.
La confianza es también esencial en el negocio financiero y cambios legislativos sin visión técnica pueden provocar limitaciones en la oferta de servicios. Solo un ejemplo: un reciente proyecto de ley busca eliminar las comisiones por transferencias interbancarias. Por definición, estas comisiones son una parte de los ingresos que percibe un banco para que pueda continuar ofreciendo y mejorando un servicio que procesa diariamente miles de transacciones en tiempo real.
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Además, en la actualidad, la mayoría de transferencias interbancarias ya son gratuitas a través de las billeteras digitales o debido al monto máximo de las operaciones. Al contrario de lo que se ha dicho, los grandes beneficiados por una ley de este tipo no serán las grandes mayorías, sino aquellas personas que realizan transacciones de importes más significativos.
Pongamos como ejemplo un edificio de vivienda, en el que todos los propietarios deben pagar una cuota de mantenimiento proporcional al tamaño de cada departamento. Este monto permite adquirir los materiales y contratar al personal adecuado para tener todo en orden en las áreas comunes. ¿Qué creen que sucedería si se decide eliminar el pago de mantenimiento de todos los propietarios? Muy simple: el deterioro del edificio y de la calidad de vida de sus habitantes será inevitable.
Por supuesto, todas las iniciativas legislativas pueden ser analizadas y discutidas para explorar cómo mejorar la experiencia y la situación de las personas, pero un aspecto crucial para generar confianza es que estas propuestas se discutan desde una base técnica, con conocimiento experto que permita validar correctamente el impacto real de las iniciativas y con una mirada que apunte a preservar políticas económicas saludables. Hoy, en el actual entorno económico, es necesario saber mirar el bosque y no solo el árbol.
La confianza es un valor de gran importancia que tiende a ser muy frágil. Es difícil conseguirla y fácil perderla. Si todos no hacemos el esfuerzo necesario para crear un clima de confianza que ayude a reactivar la actividad económica, será muy complicado reducir los crecientes índices de pobreza y crear el bienestar esperado. Dar el primer paso es sencillo: Reglas claras, inversiones largas.
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