“Aprovechar el aislamiento para restablecer los lazos con nuestras tradiciones”. Cada vez más aislada del mundo occidental por su ofensiva en Ucrania, Rusia lanzó una “revolución cultural” conservadora con aires de depuración artística.
Aunque el presidente Vladimir Putin se ha erigido desde hace años en el guardián de los “valores tradicionales” ante un Occidente descrito como decadente, la crisis con los países europeos y Estados Unidos da un nuevo eco a esa retórica.
Y en ese culto exacerbado de los valores conservadores, cuyos pilares son la fe ortodoxa, el patriotismo y la defensa de la “verdad histórica” como es vista desde el Kremlin, el mundo cultural es llamado a desempeñar uno de los primeros papeles protagónicos.
Para la estrella cinematográfica Serguéi Bezrukov, persona non grata en la Unión Europea (UE) por su apoyo público a la intervención militar en Ucrania, “debemos aprovechar el aislamiento para restablecer los lazos con nuestras tradiciones”.
“Durante 30 años vivimos en el universo estadounidense de Marvel. Es tiempo de crear el nuestro”, considera el actor de 48 años, que recibe a la AFP en el teatro moscovita Gubernski, que dirige.
“Volver a la URSS es imposible, pero sí se puede volver a recuperar la fe en Rusia y ya no abofetear más nuestros verdaderos valores”, agrega el actor. “Y la palabra ‘patriota’ ya no debe ser una injuria”, añade.
Como él, muchas personas famosas rusas aclamaron la ofensiva en Ucrania y el giro conservador que la acompaña.
“Los acontecimientos épicos a los que asistimos lanzan una verdadera revolución conservadora”, dice Eduard Boyakov, creador del festival de teatro contestatario Nuevo Drama y hoy en día defensor ardiente de la operación militar.
Lista negra y lista blanca
Del otro lado, los famosos que critican públicamente la ofensiva en Ucrania están ahora en una “lista negra”.
“Más de 100 actividades musicales fueron anuladas desde febrero”, indica Alexéi Kozin, director de Navigator Records, principal compañía editora de rock ruso.
Una “lista negra” que circula en esos medios incluye, según él, a unos cuarenta músicos, entre ellos el rockero Yuri Shevchuk, que acusó al Kremlin de “matar jóvenes rusos y ucranianos”, en un concierto en mayo.
A fines de julio, el jefe del grupo parlamentario pro-Kremlin “Rusia Justa”, Serguéi Mironov, pidió elaborar una “lista blanca de artistas patriotas” para explicar al público “quién es quién en el arte ruso hoy”.
A la espera de esto, el poder comenzó a intervenir en los teatros.
A fines de junio, el alcalde de Moscú no ratificó los contratos con los directores artísticos de tres teatros del Nuevo Drama, entre ellos el Centro Gogol del director Kirill Serebrennikov, opuesto a la ofensiva en Ucrania.
“Los contratos expiraron”, se justificó la alcaldía, que ya había anunciado en marzo cinco fusiones de teatros para “optimizar” el sistema.
“El poder ya no quiere arte provocador, sino arte tranquilo, incluso aburrido, pero que da seguridad”, explica el dramaturgo del Centro Gogol, Valéri Pecheikin.
“Como resultado, el teatro regresará a los grandes clásicos, el cine a las comedias tranquilas y los museos a las exposiciones equilibradas”, manifestó.
“Hora de la verdad”
A esto se agregan las anulaciones de exposiciones, como la del artista ruso-estadounidense Grisha Bruskin, consagrada a las “ideologías y sus mitos”, cerrada en abril, tres meses antes de lo previsto, “por razones técnicas”.
“En plena guerra en Ucrania, una revolución cultural tiene lugar en Rusia”, advierte en las redes sociales Marina Davydova, redactora en jefe de la revista Teatr, ahora en el exilio.
“Luego de 30 años de liberalismo pro-occidental, una revolución conservadora ocurre en Rusia”, se congratula por su parte Olga Andreeva, del semanario conservador ruso Expert.
“Es la hora de la verdad en el camino de Rusia por las sendas de la eterna lucha entre occidentalistas y eslavófilos”, que encuentra sus orígenes en el siglo XIX, dice.
En marzo, Putin llamó a la nación a “purificarse” de los “traidores” que “ganan su dinero aquí, pero viven allá (en Occidente, NDRL) ni siquiera en el sentido geográfico, sino en sus pensamientos, en su consciencia servil”.
En julio, encabezó un nuevo movimiento de jóvenes, Bolshaya Peremena, que recuerda al de los “Pioneros” soviéticos.
Símbolo de ese cambio es el monumento al soldado desconocido que reemplazó al dios griego de las artes Apolo en el frontón de la entrada del teatro Bolshoi en el nuevo billete de 100 rublos, en circulación desde fines de junio.