Ante los numerosos rumores en los últimos años sobre la salud del papa emérito, su secretario histórico, el arzobispo Georg Gänswein, siempre se ha limitado a señalar que Benedicto XVI “es como una vela que se apaga lenta y serenamente”, pero hoy llegó la confirmación del Vaticano de que “su estado se ha agravado”.
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“En cuanto a las condiciones de salud del papa emérito, por quien el papa Francisco pidió una oración al final de la audiencia general de esta mañana, puedo confirmar que en las últimas horas se ha producido un agravamiento por el avance de la edad”, informó el director de la oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni.
Y añadió: “La situación por el momento sigue bajo control, seguida constantemente por los médicos”.
Además, Francisco, que en la audiencia general dijo que Benedicto, de 95 años, estaba “muy enfermo”, se desplazó al monasterio donde reside el emérito para visitarle, explicó Bruni, lo que para muchos sonó como una despedida, sin que hayan trascendido detalles de ese encuentro.
Tampoco del protegido y hermético convento Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos, donde el papa emérito vive apartado desde 2013, tras su renuncia, salió información alguna por parte de Gänswein, la persona que realmente conoce las condiciones de Benedicto.
La voz de alarma la dio el mismo Francisco cuando improvisando en medio de la audiencia, seguramente después de recibir alguna comunicación esta mañana, afirmó: “Pido una oración especial para el papa Benedicto XVI, que en el silencio esta sosteniendo la iglesia y recordar que está muy enfermo y pidiendo al Señor que lo consuele y lo apoye en que este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final”.
Francisco nunca había pedido hasta ahora oraciones por la salud del papa emérito, por lo que sus palabras suscitaron preocupación.
El portavoz vaticano tampoco suele informar sobre la salud de Benedicto XVI a pesar de los continuos rumores, excepto en 2020 cuando tuvieron que desmentir que las condiciones del papa fueran preocupantes después de que se supiera que sufría un herpes en el rostro que era muy “doloroso, pero no grave”: siempre ha prevalecido la discreción y el silencio.
La última fotografía del emérito la publicó el pasado 1 de diciembre la Fundación Joseph Ratzinger, cuando recibió en su residencia a los dos galardonados con el premio que lleva su nombre, el biblista francés Michel Fédou y el jurista judío Joseph Weiler.
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Como en las últimas imágenes, aparecía sentado en el sofá junto a su fiel secretario y muy delgado, pero atento a la conversación. Todos los que le han visitado en los últimos meses aseguran que Ratzinger habla con un hilo de voz, que no camina y se le ve muy frágil, pero que está completamente lúcido.
En otras fotografías recientes se le ha visto en silla de ruedas por los jardines vaticanos tomando un poco el sol, lo que es, según cuentan desde su círculo más cercano, algo habitual, porque el papa emérito mantiene una disciplina a pesar de la edad. Concelebra la misa a la 7.30 y después escucha música en su sofá, mientras que a veces recibe algunas visitas.
Desde el 2 de abril de 2013, cuando Joseph Ratzinger regresó al Vaticano como papa emérito tras su renuncia, vive rodeado de su “familia” vaticana, formada por su secretario y cuatro mujeres laicas consagradas del instituto “Memores Domini”, que pertenece al movimiento Comunión y Liberación, que se reparten las tareas de la casa y se ocupan de las necesidades del papa emérito.
Los últimos meses los ha pasado en silencio, excepto a inicios de año cuando tuvo que salir al paso de las acusaciones sobre cómo había gestionado algunos casos de sacerdotes acusados de abusos a menores cuando era arzobispo de Múnich y que habían surgido en el informe redactado por la Iglesia alemana sobre la pederastia.
Benedicto XVI, el primer papa en renunciar al pontificado desde tiempos de Gregorio XII, a principios del siglo XV, ha salido en muy pocas ocasiones de los muros leoninos, una vez para visitar a su inseparable hermano en el hospital y en junio de 2020 cuando viajó hasta Ratisbona para verlo de nuevo pocas semanas antes de que morir.
La confirmación del agravamiento de la salud del émerito ha provocado una cascada de oraciones, como pedía Francisco, y han sido muchos los creyentes que han mostrado su tristeza, incluido su zapatero, el peruano Antonio Arellano, que lleva más de 30 años en Italia y también se ocupó de los zapatos de Juan Pablo II.
Aunque Benedicto XVI era “un cliente como todos los demás”, Arellano reconoció a EFE que la emoción “fue muy grande” cuando acudió a su negocio: “Un Santo Padre, nuestro representante de la Iglesia cristiana, te emocionas al verlo”, aseguró antes de desearle “mucha vida y que sane pronto”.
Fuente: EFE