La comunidad chechena denuncia que los países de la UE endurecieron su política por miedo a los atentados. (Foto: Chingis Kondarov | Reuters)
La comunidad chechena denuncia que los países de la UE endurecieron su política por miedo a los atentados. (Foto: Chingis Kondarov | Reuters)

Su capital, Grozni, corrió la misma suerte que la ciudad ucraniana de , arrasada por las bombas rusas. Veinte años después, los chechenos refugiados en siguen viviendo con miedo a Rusia.

Decenas de miles huyeron de la pequeña república rusa de mayoría musulmana, tras dos sangrientas guerras. La última, iniciada por Vladimir Putin en 1999, condujo al poder al temible Ramzan Kadyrov, un hombre cercano al Kremlin acusado de reprimir sin miramientos a sus detractores.

Austria (un país de nueve millones de habitantes) ha recibido a unos 35,000 chechenos, de los 350,000 que se exiliaron en Europa, lo que convierte al país en el mayor centro de acogida de esta diáspora, proporcionalmente a su población.

En la capital, Viena, se han instalado sobre todo al noreste, en un barrio popular de viviendas uniformes construido tras la Segunda Guerra Mundial. Los hombres suelen trabajar como empleados de seguridad mientras que las mujeres se ocupan de los hijos.

Pero, bajo la apariencia tranquila de este vecindario de pizzerías baratas, tiendas de vestidos de novia tradicionales y comercios de alimentos, decenas de refugiados chechenos narran su angustia.

Los hay que temen ser devueltos a Rusia de la noche a la mañana, con el riesgo de sufrir torturas o de ser asesinados (como denuncian las organizaciones de derechos humanos), en un momento en el que se han acelerado los procedimientos de expulsión después de que islamistas chechenos cometieran atentados en la Unión Europea (UE).

Pero también tienen miedo de convertirse en objetivo de los comandos de “Kadyrovtsy”, los hombres de Kadyrov, acusados por las ONG de asesinar a opositores, incluso fuera de las fronteras de Chechenia.

Amenaza de extradición

Zorbek Nazuyev, un hombre de unos 50 años que prefiere no dar su verdadero nombre, lleva 18 años exiliado en Austria. Y no había vuelto a oír hablar de Rusia hasta el pasado mes de febrero.

Él, que luchó en la primera guerra de Chechenia (1994-1996) con los “boieviki”, los combatientes locales que se enfrentaron a las tropas federales rusas, tomó el camino del exilio tras la segunda guerra, por miedo a las represalias. Y en Austria reconstruyó su vida junto a su numerosa prole.

Hasta que recibió una carta de la Fiscalía austriaca, un documento (consultado por la AFP), en el que se le acusa de homicidio y terrorismo por haber participado en masacres de civiles rusos en 1995.

Pero Nazuyev niega haber “matado inocentes”: “Nos defendíamos contra el invasor” ruso. “Están reescribiendo la historia”, afirma enojado este hombre, ya convertido en abuelo, que habla a condición de no dar su verdadero nombre.

Nazuyev se pregunta si este repentino interés por juzgarle no tiene que ver con la presencia en su familia de un yihadista que luchó en Siria con el Estado Islámico.

A pesar de las numerosas peticiones de la AFP, las autoridades austriacas no quisieron hablar de este caso. Las fuentes policiales y judiciales tampoco desearon expresarse.

En el 2006, la Unión Europea (UE) concluyó un acuerdo de readmisión con el gobierno ruso para facilitar la devolución de personas condenadas por la justicia o que tuvieran un “notificación roja” de Interpol (una solicitud a fuerzas del orden de todo el mundo para localizar y detener provisionalmente a una persona) emitida por Moscú.

Vuelos chárter

Cientos de chechenos fueron víctimas de este acuerdo (aunque no hay estadísticas oficiales disponibles), algo que denuncian frecuentemente las organizaciones internacionales.

En un informe del 2017, el Consejo de Europa (formado por 46 países) denunció “el uso abusivo del sistema” de Interpol por algunos Estados, que se sirven de él para “perseguir opositores políticos en el extranjero”.

Pero la comunidad chechena denuncia que los países de la UE endurecieron su política por miedo a los atentados.

“Está bastante claro que se emitió una alerta a los servicios” de inteligencia para tratar de impedir futuros atentados, considera Anne le Huerou, especialista de conflictos postsoviéticos de la Universidad francesa Paris-Ouest Nanterre.

Tras el asesinato en Francia en octubre del 2020 del profesor Samuel Paty a manos de un refugiado checheno, Austria creó una fuerza de intervención para luchar contra “las tendencias extremistas” y las “sociedades paralelas” dentro de la comunidad chechena.

Un mes después, en noviembre, Austria fue golpeada en Viena por el terrorismo islamista por primera vez, y se acusó al gobierno de haber bajado el nivel de vigilancia, por lo que, desde entonces, son doblemente prudentes.

En diciembre del 2021, Austria organizó un vuelo chárter para diez personas, y se vanaglorió de la “cooperación eficaz en materia de repatriación” con Rusia.

Respondiendo a la AFP sobre la cuestión, el gobierno afirma que “cuatro ciudadanos rusos están actualmente detenidos con vista a su expulsión”. Unas expulsiones que, según el Ministerio del Interior, siguen su curso a pesar de que se cortaron los vuelos comerciales entre Rusia y Austria por la guerra en Ucrania.

Torturado en Grozni

“Antes que regresar prefiero matarme aquí”, confiesa, con gesto de espanto, Zorbek Nazuyev, que afirma tener una discapacidad después de que lo torturaran con descargas eléctricas en Chechenia.

Si es declarado culpable, se arriesga a que le retiren el estatus de refugiado y a ser extraditado.

Por su parte, Rusia promete, tanto a las autoridades europeas como a los propios chechenos, un buen trato para los exiliados que regresen a Rusia.

Sin embargo, varios de ellos desaparecieron, fueron torturados, condenados por cargos que las ONG consideran fabricados, o asesinados.

El 4 de abril, la organización rusa Memorial criticó que Francia no hubiera escuchado la súplica de Daud Muradov, un joven de 20 años que fue expulsado en diciembre del 2020 por posible riesgo para la seguridad del Estado.

A finales del 2021, fue llevado a una prisión de Grozni donde sufrió torturas, según esta ONG disuelta por Moscú recientemente.

En febrero, sus familiares recibieron la noticia de su fallecimiento, pero todavía no han podido acceder a las conclusiones del examen forense, ni recuperar su cuerpo, explicó Memorial.

Asesinato en Viena

Si no es la extradición, los chechenos temen también a los comandos enviados por Kadyrov para eliminar a sus adversarios allá donde estén.

La justicia austriaca señaló la importancia del líder checheno, que gobierna el territorio desde el 2007, en el asesinato a tiros en Viena, en enero del 2009, de uno de sus opositores, testigo directo de las violaciones de derechos humanos de Kadyrov.

Un caso que todavía “impide dormir” a su abogada, Nadia Lorenz, que considera que “la correspondencia entre los tribunales austriacos y el de Grozni permitió localizar la residencia” de su cliente.

Días antes de ser abatido, Umar Israilov, padre de cuatro hijos, pidió en vano protección policial, después de haber visto que le seguían por la calle.

El proceso sacó a la luz el modelo operativo de Rusia. Para la Fiscalía, Kadyrov fue el que dio la orden.

La viuda de Israilov afirma que el dirigente checheno llamó en dos ocasiones a su marido antes del crimen para pedirle que regresara inmediatamente.

Por otro lado, todas las peticiones de cooperación judicial con Rusia quedaron en papel mojado.

Rosa Dunaieva, una activista chechena de unos 40 años, afirma que hay otros crímenes de los “Kadyrovtsy”: Estambul en setiembre del 2011, Lille (Francia) en enero del 2020 y Viena en julio del 2020.

Vida en suspenso en Europa

“Los medios nos asocian con el crimen y el extremismo religioso a pesar de que la mayoría de los chechenos tiene un perfil bajo y no se meten en política”, explica Dunaieva, que cuando no está organizando manifestaciones contra las expulsiones de chechenos trabaja a tiempo parcial como vendedora.

Los ejemplos de integración en Austria son numerosos, como el caso del yudoca Shamil Borchashvili, de 26 años, que ganó la medalla de bronce para este país en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

O Zelimkhan Kazan, de 19 años, que ya nació en Austria y no conoce Chechenia, y ha montado dos proyectos de empresas emergentes al margen de sus estudios de informática.

“Trabajo y tengo todo lo que necesito, pero no me siento 100% seguro”, se lamenta este fanático de las artes marciales mixtas (MMA), mientras hace trabajo de musculación cerca del canal del Danubio. “Es inimaginable hacer las mismas tonterías que un adolescente austriaco. En mi caso, sería una sentencia de muerte”.

Kazan, que no tiene ningún documento oficial ruso, y solo un salvoconducto austriaco, no puede obtener la nacionalidad de su país de acogida porque en Austria prevalece el derecho de sangre.

En Viena, es raro el mes en el que policías de incógnito no le piden la documentación “tres o cuatro veces”, afirma este joven, que prefiere no decir su verdadero nombre.

Todos los refugiados chechenos que hablaron con la AFP afirman ser objetivos de las fuerzas de seguridad, y que el mínimo gesto provocador hacia un agente del orden puede acabar en una condena y la expulsión de Austria.

En julio del 2021, varios policías fueron condenados después de que salieran a la luz las imágenes de una paliza que le propinaron a un checheno, creyendo que no había cámaras de vigilancia.

Zelimkhan Kazan también debe tener cuidado con los “Kadyrovtsy”, a los que reconoce por sus grandes autos y la seguridad en sí mismos que desprenden. Cuando se los cruza, se pone la capucha para que no le hagan preguntas.

A Rosa Dunaieva le preocupa el peso que tiene Kadyrov entre los jóvenes chechenos nacidos en la UE. “Si no los mata, les lava el cerebro, los vuelve contra nosotros o contra los países occidentales”.

Los chechenos hablan de traficantes de cocaína que destrozan la vida de muchos jóvenes, que no ven un futuro esperanzador, y entran en un sistema de clanes mafiosos. Las chicas nacidas en Europa se quejan, por su parte, del control que ejercen sobre ellas los “hermanos mayores”.

Y, cansados de esta discriminación permanente, muchos caen en la trampa de Kadyrov, cuyos mensajes reciben a través de las redes sociales, donde el líder checheno cuenta con millones de seguidores.

“El régimen subraya las posibilidades de hacer carrera para aquellos que se han formado en Europa y deseen volver a Chechenia”, explica la investigadora Anne Le Huerou. “También funciona la propaganda homófoba y la exaltación de la masculinidad”.

Desde el inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, “cerca de mil” voluntarios enviados por Kadyrov luchan junto a los rusos en Ucrania. Pero también hay chechenos que se han unido a las filas ucranianas, como afirman varias fuentes a la AFP.

Entre los millones de refugiados que huyeron de los bombardeos en Ucrania, una joven chechena fue detenida tras llegar a Rumania con su hijo. Según la justicia de ese país, que pronunció su extradición, está acusada de “participación en grupo armado con objetivos contrarios a la Federación rusa”. Su apelación fue rechazada esta semana.

TAGS RELACIONADOS