En diciembre, los consumidores estadounidenses devolverán más de 1 millón de paquetes a los minoristas de comercio electrónico cada día. Es una avalancha de cosas no deseadas que se espera que alcance su punto álgido el 2 de enero, lo que UPS Inc. denomina el “Día Nacional de las Devoluciones”.
Para UPS y otras empresas de despacho, esa es una razón de alegría después de Navidad. Para todos los demás, esas decenas de millones de paquetes son un problema real. Según una estimación reciente, dichas entregas representan 5,000 millones de libras (más de 2,500 millones de kilogramos) de desechos depositados en vertederos solo en Estados Unidos y 15 millones de toneladas adicionales de carbono emitidas a la atmósfera. En un momento en que los consumidores y las empresas están repensando las opciones de consumo a la luz del cambio climático, las devoluciones del comercio electrónico se traducen en una crisis ambiental oculta.
Por supuesto, la “garantía de devolución de dinero” es probablemente tan antigua como el propio comercio minorista, y muchas marcas históricas afianzaron su reputación honrándola. Los beneficios no solo recaen sobre los consumidores; un minorista que respalda sus productos probablemente venderá más de ellos. L.L. Bean Inc., la compañía de artículos para actividades al aire libre, ofreció una política de devolución de por vida durante más de un siglo y prosperó gracias a ella.
Asimismo, estudios recientes de comercio electrónico sugieren que las políticas de devolución indulgentes se correlacionan con más devoluciones y un aumento en las compras. En el 2010, Zappos.com, el minorista pionero de calzado, se jactaba de que sus mejores clientes eran los que devolvían la mayoría de los productos.
El problema es que los consumidores están devolviendo cada vez más todos los años. En el 2018, los estadounidenses devolvieron 10% de sus compras, valoradas en US$ 369,000 millones, frente a 8% de dos años antes. Los compradores más jóvenes, en particular, tienen mayor tendencia a abordar las compras en línea como si fueran alquileres, o comprar ropa para probarse y luego devolver lo que no les queda bien o no luce bien. Es una tendencia global: en Suecia, las tasas de devolución llegan hasta 60% para algunos productos.
La carga logística de estas devoluciones es tan grande que inspiró a toda una industria dedicada a encargarse de los productos no deseados. Pero es posible que el costo ambiental sea más importante. En el 2017, Optoro Inc., una compañía que ayuda a los minoristas a administrar sus devoluciones, estimó que solo 10% de la mercancía que maneja regresa a las estanterías. Algunas se venden a tiendas de descuento y recicladores, o se envían a organizaciones benéficas. Pero el alto costo de transportar, clasificar y volver a empaquetar esos productos también implica que miles de millones de libras de devoluciones terminan en vertederos e incineradores.
Para empeorar las cosas, llevar esos productos desde el hogar de un cliente insatisfecho hasta donde sea que terminen es un proceso con una gran huella de carbono. Y debido a que los productos que se compran en el comercio electrónico se devuelven a una tasa mucho más alta que los productos de compras tradicionales, las emisiones exceden lo que serían en las tiendas físicas. Según una investigación, el año pasado se enviaron 165,000 millones de paquetes en EE.UU., para lo que se utilizó cartón fabricado a partir de cerca de 1,000 millones de árboles. Aun cuando compañías como Amazon.com Inc. hagan la transición a un empaque más sostenible, las devoluciones continuarán aumentando su uso de recursos.
No será fácil convencer a los consumidores o minoristas de frenar estas prácticas. La solución más obvia —una prohibición de las devoluciones gratuitas— claramente enfrentaría a una fuerte oposición. Pero algunas otras medidas podrían ser de gran ayuda. Por ejemplo, las empresas podrían comenzar a adherir etiquetas de emisión de carbono a los paquetes de devolución, o dejar de entregar etiquetas de devolución ya preparadas, lo que eliminaría fácilmente el uso de millones de trozos de papel.
También podrían experimentar con “reembolsos sin devolución” para productos que no se pueden vender nuevamente, como ropa interior, cosméticos y alimentos envasados. A medida que la realidad aumentada y las tecnologías táctiles se vuelven más comunes y asequibles, los minoristas de ropa en línea podrían implementarlas en “camerinos digitales”.
Mientras haya compradores, por supuesto, habrá devoluciones. Pero con un pequeño esfuerzo adicional de los minoristas y los consumidores, y tal vez algo de ingenio, pueden ser más amigables tanto con el balance financiero como con el planeta.
Por Adam Minter
Esta columna no refleja necesariamente la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.