El camino hacia Chernóbil está plagado de restos de raciones de los soldados rusos y, en ocasiones, de casquillos de bala, un preocupante recordatorio de los riesgos que supone la invasión rusa de Ucrania en el lugar del peor accidente nuclear de la historia.
El martes se cumplieron 36 años del accidente nuclear de Chernóbil y la Unión Europea (UE) hizo un llamado contra una nueva catástrofe nuclear en Ucrania debido a la guerra.
Tras semanas de ocupación del ejército ruso, el sitio que alberga el doble sarcófago que cubre los restos del reactor de la central nuclear volvió a pasar bajo control ucraniano.
En el camino que une Kiev con Chernóbil, cerca de la frontera con Bielorrusia, soldados armados con rifles de asalto vigilan los puestos de control.
Pero la preocupación por los sitios nucleares en Ucrania es palpable ya que la invasión rusa, que comenzó el 24 de febrero, continúa.
Las autoridades ucranianas dijeron el martes que misiles rozaron la central nuclear de Zaporiyia, en el sur del país.
El personal de Chernóbil “ha continuado con su trabajo, a pesar de todas las dificultades han estabilizado la situación, por así decirlo, en el sentido en el que se ha evitado lo peor”, dijo a la prensa Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), desde el sitio.
“Todavía no tenemos paz, así que tenemos que continuar. La situación no es estable. Debemos mantenernos alertas”, añadió y advirtió que la invasión era “muy, muy peligrosa”.
La central, que fue tomada por las tropas rusas en el primer día de su invasión, sufrió un corte eléctrico y de comunicaciones que hizo temer una nueva calamidad.
El 26 de abril de 1986, el reactor número 4 de la central de Chernóbil, ubicada entonces en la URSS, estalló. Este accidente nuclear, que es considerado como el peor de la historia, mató a cientos de personas y esparció restos radioactivos por gran parte de Europa.
“Recuerdos del turismo”
El edificio del reactor 4 está cubierto por un doble sarcófago para limitar la radioactividad y la llamada “zona de exclusión” en un radio de 30 kilómetros alrededor de la central sigue casi deshabitada, explican las autoridades nucleares.
El camino que lleva a la central está bordeado de edificios abandonados. Sin embargo, algunos apartamentos tienen cortinas, hay plantas en algunas ventanas y un quiosco con un cartel “Chernobyl Tour Info” acoge a las personas que se dirigen a la planta.
En la nevera del quiosco, un letrero de la época en que los turistas eran bienvenidos ofrece “helado de Chernóbil”, con el dibujo de un cono de helado de vainilla junto al símbolo de advertencia de radiación.
Las tropas rusas, que podrían haber pasado fácilmente por el puesto en su camino hacia el sur hacia Kiev, habían planeado quedarse en Chernóbil, según los funcionarios ucranianos.
Los soldados cavaron trincheras e instalaron campamentos en zonas como el “bosque rojo”, llamado así por el color de sus árboles tras recibir una alta dosis de radiación.
“Las zonas con altos niveles de radiación aún permanecen aquí, pero la contaminación se desplazó debido a las acciones de los ocupantes rusos que utilizan vehículos militares pesados”, dijo el ministro del Interior ucraniano, Denys Monastyrsky, durante una visita al lugar.
El sarcófago original, de la época soviética, se ha deteriorado con el paso de los años, por lo que se construyó un nuevo sarcófago encima, que fue terminado en el 2019. Pero para algunos lugareños, el riesgo forma parte de la vida.
“Si ellos (los rusos) querían hacerla explotar, podían hacerlo cuando huían”, señaló Valeriy Slutsky, de 75 años, que dice haber sido testigo del desastre de la central en 1986. “Quizás estoy acostumbrado (a la radiación)”, añadió encogiéndose de hombros.