En la Franja de Gaza, territorio palestino de 365 km2 en guerra desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, nada entra o sale sin que Israel quiera: cargamentos de alimentos, gasolina o medicina pueden demorarse semanas, y si logran entrar, gazatíes desesperados o ataques dificultan enormemente su distribución.
Alaa Matar, de 34 años, es originario del norte de Gaza y necesita a diario pañales y leche para sus hijos pequeños. Todavía hoy recuerda cuando intentaron asaltarle, con armas y una navaja, a fin de robarle un saco de harina; situación que se repite cada vez con más frecuencia en una Gaza al borde de la hambruna.
“Estuve a punto de perder la vida por un saco de harina”, se lamenta Matar, que fue herido en la mano y dice que su hijo también fue atacado. “Perder la vida por un trozo de pan sumergido en sangre, literalmente”, añade quien asegura que los altos precios de productos básicos en el mercado negro le obligan a mendigar.
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En Gaza, uno de los lugares más superpoblados del planeta, un kilo de patatas puede superar ahora los 40 euros y un kilo de tomates más de 25.
Cinco accesos cerrados a Gaza
Esta situación de creciente escasez y violencia entre los gazatíes es fruto, dicen las organizaciones humanitarias, de que Israel no abra cinco de los siete cruces terrestres de acceso a Gaza, pero también de sus múltiples ataques contra puntos de distribución, policías y grupos comunitarios de Hamás encargados de escoltar los convoyes de ayuda.
Solo en los últimos cuatro días, alrededor de ocho funcionarios y policías de Hamás han sido asesinados en bombardeos israelíes, según fuentes palestinas, varios de ellos en ataques directos contra su vivienda o coche; en los que también murieron niños u otros miembros de sus familias.
Se trata de “un intento de sembrar el caos, el desorden de seguridad y un vacío administrativo en la Franja de Gaza”, alertó ayer en un comunicado el Gobierno gazatí de Hamás.
Según un informe de inseguridad alimentaria respaldado por la ONU, 210.000 personas ya sufren hambruna en el norte de la Franja, condición que podría extenderse al resto del enclave antes de julio.
Además, más de un millón de gazatíes, la mitad de la población, afronta una falta “catastrófica” de alimentos, según el mismo reporte, y en el norte, uno de cada tres niños menores de dos años sufre desnutrición aguda, lo que ha causado ya la muerte de al menos 25 niños, según el Ministerio de Sanidad gazatí.
Momen Hassan, padre de 23 años, repite como otros que la ayuda que llega por el aire, en paracaídas lanzados por Jordania, Francia, Emiratos o EEUU, entre otros, es totalmente insuficiente y solo hace que la gente se pelee o se aglomere en casas de a quienes les tocó algo.
“Hace unos días cayó ayuda cerca de mis vecinos y la gente comenzó a dispararse”, relata Hassan. “¿Entonces qué? Uno muere por intentar conseguir comida o una caja de leche”, crítica. Un día consiguió un saco de harina, pero fue asaltado con “una pistola en la cabeza” y tuvo que dejarlo, cuenta.
Más de 500 camiones diarios preguerra
Antes de la guerra entraban a Gaza unos 500 camiones diarios con productos esenciales. Ahora, esa cifra no llega ni a la mitad, denuncian Human Rights Watch (HRW) y Oxfam, debido a chequeos israelíes “arbitrarios” que demoran su acceso de media unos 20 días, o se lo prohíben por cargar productos que Israel califica de “doble uso”, militar y civil, como pastillas purificadoras o sacos de dormir.
“La comunidad internacional debería revisar todas las opciones sobre la mesa –incluida la suspensión de ayuda militar– para obligar a Israel a cumplir (la apertura de fronteras). El uso del hambre como arma de guerra no tiene cabida en el mundo actual”, denunció la ONG Refugees International.
Una hambruna que ya azota el norte: solo a Yabalia llegaron el domingo seis camiones con harina -los primeros en cuatro meses- y otros seis a ciudad de Gaza, donde Israel ha atacado de forma repetida puntos de distribución de ayuda como la rotonda Kuwait, causando varios centenares de muertos desde finales de febrero.
Esos 12 camiones fueron distribuidos gracias a líderes de clanes familiares y personal de seguridad de Hamás. Pero algo así es difícil que vuelva a repetirse por miedo a ataques y porque estos clanes, según expresaron en un comunicado, no quieren convertirse en una alternativa o “sistema político” que perpetúe el control israelí posguerra.
Om Mohamed Al Hamarna, abuela de 63 años, confiesa que mientras la ayuda no llega ya han comido lo impensable: desde pienso a maíz, pasando por plantas de malva o cebada para los animales. No cree que las entregas aéreas ni el corredor marítimo solucionen “la catástrofe” que están viviendo y tacha a EE.UU. de hipócrita.
“Si Estados Unidos es capaz de meternos a mil soldados para construir un corredor seguro y darnos de comer, bueno, pues también podrá parar la guerra”, protesta.
“¡No queremos comida!”, clama está gazatí, que anhela la paz.
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