La Iglesia Ortodoxa Rusa, que ha apoyado abiertamente la invasión a Ucrania, celebra la Pascua, la principal festividad religiosa en este país, en medio del descontento de muchas diócesis y popes con el servilismo del Patriarca Kiril con el Kremlin.
“El Patriarca tomó personalmente la decisión de ser uno de los ideólogos del sistema político creado por el presidente ruso, Vladímir Putin. Se ha convertido en uno de sus principales aliados hasta el punto de justificar la guerra en Ucrania”, dijo el teólogo Serguéi Chapnin, que trabajó durante quince años para el Patriarcado de Moscú.
Kiril, cuyo padre supuestamente bautizó en tiempos soviéticos a Putin, ha llamado a los rusos en sus homilías a cerrar filas con el Kremlin y el Ejército ruso en su guerra santa con el “Anticristo”, es decir, con el Gobierno ucraniano y sus patrocinadores occidentales.
Para el Kremlin y la Iglesia, el pueblo ucraniano nunca ha existido y no es más que un apéndice del pueblo ruso; no en vano -argumentan-, el príncipe Vladímir adoptó el cristianismo hace más de mil años en la Rus de Kiev (988).
Una guerra santa
Ni una sola referencia al sufrimiento de los civiles ucranianos, ni una llamada a un alto el fuego, ni una alusión a la tregua de Pascua propuesta esta semana por la ONU, como sí hizo el papa Francisco.
Kiril ya había considerado “guerra santa” la intervención militar rusa en Siria (2015), pero pocos esperaban que se alineara tan claramente con las ansias militaristas del Kremlin.
“La Iglesia ha perdido su voz. No es independiente. No sólo no abogó por la paz, sino que apoyó obedientemente al Estado y, de hecho, respaldó la guerra”, denunció Chapnin.
Como consecuencia, la mitad de las diócesis ucranianas que aún dependen del Patriarcado de Moscú -22 de 45- han dejado de mencionar a Kiril en sus sermones en clara señal de repulsa.
El Patriarca fue el que promovió la idea del “Mundo Ruso”, es decir, que allí donde se hable ruso y la fe sea ortodoxa, independientemente de las fronteras internacionalmente reconocidas, es zona de influencia de Moscú, cuya misión mesiánica es defender a los rusos y sus valores tradicionales.
Algunos líderes ortodoxos, en especial Bartolomeo de Constantinopla, han criticado al Patriarcado de Moscú, pero muchos otros jerarcas se han limitado a condenar la guerra con la boca pequeña.
“Muchos pensamos que tras la caída de la Unión Soviética podríamos construir una iglesia libre, pero prevaleció el deseo de recibir beneficios políticos y económicos”, admite el teólogo.
Rebelión en las capillas
Han sido las bases de la Iglesia rusa las que se han rebelado públicamente contra la conocida como “operación militar especial” en Ucrania.
Unos 300 religiosos firmaron una carta en la que llaman a cesar la “guerra fratricida” y advierten que al que apoye la violencia la espera el “juicio final” y después “el sufrimiento eterno”.
“Respetamos la libertad concedida al hombre por Dios y pensamos que el pueblo de Ucrania debe elegir de manera independiente, no a punta de pistola y sin presiones del oeste o el este”, señala su carta abierta, que pide el retorno de los soldados de ambos bandos “sanos y salvos”.
Uno de sus firmantes, un pope en una parroquia a varios cientos de kilómetros de Moscú, asegura que son muchos los religiosos que condenan la contienda, pero que “temen la persecución”.
“Kiril hace lo que diga el Kremlin. Si hay que apoyar una guerra, pues la apoya. Si hoy el Kremlin dice que hay que instalar una bomba atómica en medio de Moscú, pues la Iglesia lo respalda. ¡Así de fantástico es nuestro Patriarca!”, explica el padre, que no quiso revelar su identidad.
Reconoce que el pueblo ruso vive en un estado de “esquizofrenia”.
“Algunos aún creen que es Ucrania quien ha atacado a Rusia. Por suerte, algunos tienen cerebro y no se creen todo lo que sale por la televisión. Nos guste o no, debemos reconocer que nuestro país es el agresor”, subraya.
Corrupción Iglesia-Estado
“El motivo de la alianza entre la Iglesia y el Estado es la corrupción. Incluso las corporaciones son más transparentes que nuestro Patriarcado”, asegura Alexandr Golomolzin, activista que ha denunciado durante años el enriquecimiento ilícito del Patriarcado.
Golomolzin, que ha tenido que exiliarse por miedo a la nueva ley que castiga con penas de cárcel la propagación de “noticias falsas” sobre el Ejército, cifra en decenas de miles de millones de rublos las tramas corruptas en las que está involucrada la Iglesia.
“La Fiscalía ha extraviado todas nuestras denuncias. El Estado se ha fagocitado a la Iglesia, que es una institución estatal más”, señala.
Como ejemplo, pone la concesión de terrenos a la Iglesia, en muchos casos en lugares considerados parques naturales y donde está terminantemente prohibido construir.
“Se han vendido tantas veces al dinero del Estado que ya no pueden hablar como cristianos. No promueven el bien, sino el odio. Lo que me martiriza es cómo no pudimos prevenirlo”, asegura.
Chapnin considera que Kiril ha emulado el modelo de Putin. “Kiril cambió cuando se convirtió en patriarca. Una iglesia debe ser dirigida de manera conciliar, pero él introdujo la gestión unipersonal y autoritaria en la Iglesia”, subraya.
“La Iglesia está en crisis. La sociedad rusa es muy secular. La identificación de los rusos con la religión ortodoxa es más cultural. Hablan de un renacimiento religioso, pero los rusos no van a la iglesia. Hay tres o cuatro veces más creyentes en Ucrania”, resalta.