La guerra llevó a Biden a participar personalmente en la cumbre extraordinaria de la OTAN convocada en marzo en Bruselas. (Foto: GETTY IMAGES).
La guerra llevó a Biden a participar personalmente en la cumbre extraordinaria de la OTAN convocada en marzo en Bruselas. (Foto: GETTY IMAGES).

Aunque el presidente de Estados Unidos, , considera que es su principal rival y centra la mayoría de sus esfuerzos diplomáticos en Asia, la guerra desatada por la invasión rusa de le ha obligado a mantener una gran atención en del este durante los últimos meses.

Los servicios de inteligencia estadounidenses llevaban advirtiendo desde hacía semanas de una inminente invasión de Ucrania, frente al escepticismo de algunas cancillerías europeas, y finalmente el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó el 24 de febrero, hace más de 100 días, la operación militar contra su vecino.

Para Juan Luis Manfredi, catedrático Príncipe de Asturias de la Universidad de Georgetown, en Washington, Putin vio como “un momento de repliegue y debilidad” la reestructuración de la política exterior de la Administración de Biden, tras la caótica retirada de Afganistán y su fijación con China.

Tras la invasión rusa, Biden y sus aliados europeos y de la OTAN han protagonizado una eficiente coordinación sin precedentes para enviar ayuda militar y humanitaria a Ucrania, y sancionar el sistema financiero ruso, evitando siempre un conflicto militar directo con Moscú.

El Congreso estadounidense, por ejemplo, ha aprobado más de US$ 53,000 millones en ayuda para Ucrania, principalmente en envío de armamento para que los ucranianos “se defiendan”.

El mensaje oficial de Washington es que con este apoyo se ha logrado evitar una ocupación rápida de Ucrania y se ha obligado a las tropas rusas a abandonar la batalla de Kiev para centrar sus esfuerzos en el Donbás, donde hay enfrentamientos desde el 2014.

Esta misma semana, Estados Unidos anunció la donación a Ucrania de un sistema de misiles de alto alcance, HIMARS, lo que molestó al Kremlin, que advirtió de un posible enfrentamiento directo con Washington.

Ante ello, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, respondió el miércoles que los ucranianos han garantizado que en ningún caso utilizarán estos misiles para atacar a objetivos en territorio ruso.

La otra línea de acción ha sido el fortalecimiento de la OTAN, una alianza que durante los últimos años había perdido peso en el tablero internacional, y que tras la guerra ha demostrado que “no estaba tan resquebrajada como parecía”, opinó Manfredi.

La guerra llevó a Biden a participar personalmente en la cumbre extraordinaria de la OTAN convocada en marzo en Bruselas, y aprovechó el viaje para dirigirse a Polonia, el país que más refugiados ucranianos ha recibido, para lanzar un mensaje contra la invasión.

“Un líder global tiene que tener capacidad para atender dos o tres frentes a la vez, si no, no puede ser un líder hegemónico”, señaló el catedrático.

En ese sentido, Estados Unidos ha desplegado a miles de militares en el flanco oriental de la OTAN para prevenir que el conflicto se extienda más allá de las fronteras ucranianas, y ha apoyado decididamente la entrada a la alianza de Suecia y Finlandia, dos países que dejaron a un lado su neutralidad histórica.

Biden arropó en mayo en la Casa Blanca al presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, y a la primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson, frente al veto que ha amenazado con imponer Turquía, porque considera que los nórdicos apoyan a milicias kurdas.

“Con Rusia vamos a ver un conflicto congelado durante mucho tiempo. Rusia no tiene prisa y tiene un plan que es recuperar su posición en el tablero mundial”, dijo Manfredi, quien sin embargo descartó la posibilidad de que Putin “apriete el botón rojo”, en referencia al uso de armas nucleares.

Sigue siendo la rival

Pero lo cierto es que, tras la retirada de las tropas rusas de los alrededores de Kiev y la reapertura de la Embajada estadounidense en la capital ucraniana, la atención mediática sobre la guerra se ha reducido notablemente en Estados Unidos y Biden ha redoblado sus esfuerzos en su agenda asiática.

El mandatario llevó a cabo hace dos semanas su primera gira en Asia, que lo llevó a Corea del Sur y Japón, donde presentó el Marco Económico del Indopacífico (IPEF), una iniciativa de cooperación económica de 14 países de la región para frenar la influencia económica de China en el Indopacífico.

También se reunió con sus aliados de la alianza Quad, formada por Estados Unidos, Japón, la India y Australia, y días antes recibió en la Casa Blanca a los mandatarios de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean).

Lo dejó claro Blinken la semana pasada cuando dijo en un discurso sobre la política de Estados Unidos hacia China que Pekín es su “mayor amenaza”, aunque subrayó que no busca otra “guerra fría”.

En ese sentido, Manfredi destacó que Biden quiere enfocarse en China y en el Indopacífico, “esa es su obsesión”.

Además, para el catedrático, la “llave” para acabar con la guerra de Ucrania la tiene precisamente el presidente chino, Xi Jinping, quien mantiene una fluida relación con Putin, pero tampoco está dispuesto a “hacerse cargo” de la maltrecha economía rusa por las sanciones occidentales.