Internet empezó a extenderse por Cuba hace apenas unos años, con el deshielo de las relaciones entre Washington y La Habana durante la Presidencia de Barack Obama. (Photo by YAMIL LAGE / AFP)
Internet empezó a extenderse por Cuba hace apenas unos años, con el deshielo de las relaciones entre Washington y La Habana durante la Presidencia de Barack Obama. (Photo by YAMIL LAGE / AFP)

La relativa libertad que ofrece internet ha propiciado que la creciente polarización política que vive Cuba a tres días de la marcha disidente no autorizada del 15 de noviembre (15N) encuentre en la red un espacio de expresión y, cada vez más, de confrontación.

La red social Facebook, el portal de vídeos Youtube y aplicaciones de mensajería como WhatsApp y Telegram fueron ya claves en la gestación y difusión de las protestas del pasado 11 de julio, las mayores en más de dos décadas, en las que miles de personas salieron a reclamar libertad y mejores condiciones de vida.

Pero su papel ahora es aún más determinante. La marcha del lunes, al haber sido anunciada con antelación en lugar de ser una iniciativa espontánea, ha permitido que los cubanos -en la isla y el exterior- se posicionen abiertamente en las redes, un proceso en el que escalan las tensiones conforme se acerca la fecha.

Hay una polarización y agresividad cada vez más pronunciadas en las redes”, asegura Ted Henken, profesor universitario en el Baruch College de Nueva York y editor del libro “Cuba’s Digital Revolution” (La revolución digital de Cuba).

Cristina Venegas, profesora en la Universidad de California-Santa Bárbara y autora de “Digital Dilemmas: The State, the Individual and Digital Culture in Cuba” (Dilemas digitales: El Estado, el individuo y la cultura digital en Cuba), va más allá y habla en declaraciones a Efe de “una guerra anunciada”.

Como sucede con todo lo relativo a Cuba, la información sobre lo que sucede tiende a diseminarse de modo muy partidista”, asegura.

Venegas ve por un lado “un lobby estadounidense muy fuerte”, quizá “más fuerte que nunca”, de la mano del exilio y que “aprovecha el momento” para presionar al Gobierno cubano. Del otro sitúa a las autoridades de la isla, “reaccionando con medidas muy duras contra la oposición”, algo que considera una “mal augurio” de cara a la iniciativa del 15N.

Henken opina que la tensión en las redes es atribuible en exclusiva a “la postura rígida y antidemocrática del Gobierno” frente a quienes quieren ejercer sus “derechos más elementales”, y afirma que solo el lado progubernamental está “apelando a la violencia y a la represión”.

Lo del Gobierno es difamar, sembrar odio, violencia y confusión usando las redes, lo mismo que lleva décadas haciendo con su uso de un monopolio partidario de los medios de masas”, indica Henken, que señala, en cambio, que los activistas “están usando las redes para comunicar su visión de los derechos ciudadanos y organizándose para que exista un espacio para una marcha cívica y no violenta”.

Internet y las protestas

Internet empezó a extenderse por Cuba hace apenas unos años, con el deshielo de las relaciones entre Washington y La Habana durante la Presidencia de Barack Obama, y pese a la limitada implantación su importancia no ha dejado de crecer, sobre todo en el restringido ámbito político de la isla.

El Gobierno cubano y sus ciudadanos se han acostumbrado a usar las redes sociales, y el Gobierno lleva tiempo bloqueando el acceso (a internet) de forma selectiva. Está claro que se dirigen tanto a una audiencia global y abierta como a una nacional. Pero es evidente también desde el 11J que apelar a audiencias globales -especialmente para los ciudadanos particulares- es clave para crear redes de apoyo, alianzas y estrategias”, explica Venegas.

Henken destaca el evidente “papel facilitador” de las redes en las protestas del 11J, pues mostraron “a las masas de usuarios a través de transmisiones directas en un descontento generalizado” y animó a muchos a “perder su miedo de expresarse”. También subraya la función de los medios digitales independientes, frente a la prensa estatal.

La comparación con la primavera árabe de hace una década, donde las revueltas se fraguaron y azuzaron desde la red, puede llevar sin embargo a simplificaciones y equívocos, advierte Venegas. A su juicio, y pese a todas las salvedades, resulta más interesante indagar en las campañas contra el régimen de Batista antes de la victoria de la revolución en 1959 y la forma en la que consiguieron atraer a la clase media.

Por su parte, Henken apunta que la disidencia parece estar “ganando” la pugna en el ámbito digital, aunque recuerda que una “porción gruesa de la población cubana está alejada de este ámbito” y que el Gobierno cubano ejerce un control “casi total” sobre los medios de comunicación tradicionales.

Y según este experto, aunque “todo es posible” en el actual contexto cubano con múltiples crisis interconectadas, una revuelta al estilo de las de la primavera árabe “no es probable”.

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