Ganar más para distribuir más, en particular fuera de Europa, donde se concentra todavía el dinero del fútbol: esa es la clave del sistema FIFA, que garantiza también a su presidente Gianni Infantino, en proceso de ser reelegido el jueves en el Congreso de Kigali, una base política amplísima.
Organizada cada cuatro años desde 1930 en categoría masculina y desde 1991 en la femenina, la Copa del Mundo asegura a la instancia de Zúrich lo esencial de sus ingresos, calculados según un ciclo cuatrienal, y que continúan aumentando.
Éxito catarí, pese a las polémicas
Incluso en el caso del período 2019-2022, crítico al aparecer la pandemia del COVID-19, que paró el deporte mundial durante varios meses, y la Copa del Mundo de Qatar, acompañada desde su atribución a finales de 2010 por múltiples polémicas: sospechas de corrupción, balance medioambiental, derechos de los trabajadores y de las personas LGBT.
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Pero ni las amenazas de boicot, ni la programación inhabitual del torneo (20 de noviembre-18 de diciembre de 2022, en lugar junio y julio) impidieron a la FIFA cerrar su ciclo con un nuevo récord, con ingresos de 7,600 millones de dólares, en alza de un 18% con respecto al período precedente, ya marcado por el éxito comercial del Mundial-2018 en Rusia.
En cuanto a las reservas de organización, crecieron hasta los 3,900 millones de dólares (+45% con respecto al ciclo precedente), un tesoro suficientemente confortable para permitirle haber puesto a disposición 1,500 millones de dólares de subvenciones y de préstamos ligados al Covid para las federaciones.
Mundial-2026 “de todos los récords”
Desde ya, la instancia esperar ver escalar sus ingresos a 11,000 millones de dólares en 2023-2026, es decir un 44.7% más que en 2019-2022, gracias sobre todo a un alza a la vez de los derechos de televisión, de los derechos de marketing y de la billetería.
¿Irrealista, en un período donde muchas organizaciones pasan apuros frente a un mercado de derechos de televisión cada vez más competitivo y temen un desinterés de los más jóvenes por el espectáculo deportivo? No necesariamente, ya que el Mundial-2026 debería ser “el de todos los récords”, estima Raffaele Poli, economista del CIES (Centro Internacional de Estudio del Deporte) de Neuchâtel (Suiza).
No solo el mayor torneo masculino del mundo será coorganizado entre México, Canadá y Estados Unidos, prometiendo vastos estadios llenos, sino que pasará además de 32 a 48 equipos, atrayendo a las emisoras y manteniendo en vilo a dieciséis países suplementarios durante el torneo.
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Redistribución y tarjeta electoral
Como todas las organizaciones deportivas, la FIFA conserva una parte de sus ingresos, sobre todo para organizar sus competiciones y remunerar a sus 814 asalariados, entre ellos Gianni Infantino, que percibe 3,6 millones de francos suizos (3,9 millones de dólares) anuales, incluyendo una parte variable.
Y también va una parte al resto de programas de desarrollo, subvencionando a sus seis confederaciones y a sus 211 federaciones nacionales, sin proporcionar las sumas: islas caribeñas como Aruba o Barbados pueden de esta forma recibir tanto o más que Alemania o Brasil.
La organización señala haber “multiplicado por siete” sus contribuciones de solidaridad en siete años, en particular a través de su programa “FIFA Forward”, que entró en enero en su tercer ciclo: de aquí a 2026, cada asociación miembros recibirá hasta 5 millones de dólares para cubrir sus costes operacionales, hasta 3 millones suplementarios por proyectos específicos y, para “los que estén más en dificultades”, 1,2 millones más para “gastos de desplazamiento y de alojamiento de sus equipos nacionales, así como para la compra de equipamiento”.
Está claro que estos montos son apreciados por las principales naciones del fútbol, pero son más esenciales, e incluso vitales, para la gran masa de federaciones más modestas, manteniendo una lealtad particular a la FIFA, que se superpone con el mapa electoral del organismo: cada asociación dispone de un voto para elegir al presidente, independientemente de su importancia.
Fuente: AFP