El nuevo pulso por el control comercial del espacio, encarnado por empresarios como Elon Musk o Jeff Bezos, llega a Europa de la mano del belga Benoit Deper, que aspira a convertir a su empresa en la mayor fábrica de satélites del continente y ofrecer a la UE su ansiada autonomía estratégica.
Con tan solo 36 años, y después de trabajar para la NASA en Estados Unidos y luego para la Agencia Espacial Europea, Benoit Deper dirige Aerospacelab, su propia compañía de satélites que fundó en 2017 porque, según comenta en una entrevista con EFE, se “aburría” de que en las agencias gubernamentales todo fuese “demasiado lento”.
“Cuando empiezas un nuevo proyecto (en las agencias públicas) debes tener apoyo político y necesitas tiempo para conseguir financiación hasta que todo se resuelva. Y habitualmente requiere entre cinco y 15 años terminar tu satélite”, afirma Deper al acabar una visita con EFE a la fábrica de su empresa, en la ciudad belga de Lovaina la Nueva.
En cambio, este empresario explica que, con las compañías comerciales, es posible completar todo el proceso en seis meses o un año, “ya que una vez tienes el dinero, puedes ir rápido porque tú tomas la decisión”, asegura.
No obstante, reconoce la importancia de las agencias espaciales públicas a la hora de desarrollar proyectos de investigación que requieren mucha inversión.
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“Creo que nos necesitamos ambos. Las agencias van allí donde no hay propósito comercial como, por ejemplo, enviar gente o robots a Marte. Tú no puedes ganar dinero haciendo esto, es ciencia pura y debe ser financiado por las agencias”, sostiene.
Deper pertenece a una industria en auge conocida como “el nuevo espacio”, un sector privado emergente a nivel global que abarca empresas que desarrollan tecnologías aeroespaciales más económicas, como “SpaceX” de Musk y “Blue Origin” de Bezos.
Aunque les reconoce como pioneros dentro de su sector, el fundador de Aerospacelab dice no sentirse del todo identificado con estas personalidades: “Somos mucho más pequeños que ellos y creo que también menos locos”, ironiza.
Aerospacelab fabrica satélites para venderlos tanto a otras empresas e instituciones como para su propia compañía. Con ellos, recaba y comercializa datos e imágenes sobre infinidad de temas (meteorología, agricultura o control de infraestructuras críticas, entre otros), y ofrece servicios de comunicación y recursos que, por ejemplo, pueden ser usados en campos sensibles como la defensa y la seguridad.
En busca de la autonomía estratégica
Deper considera que empresas como la suya pueden impulsar la autonomía estratégica que los dirigentes de la Unión Europea (UE) buscan para el club comunitario, ofreciendo con sus satélites “un sistema de comunicación seguro” y de kilómetro cero, que no dependa de terceros países como Estados Unidos o China.
“Nos estamos posicionando como uno de los proveedores para que esto ocurra”, sentencia.
Una de las cartas para lograrlo es la nueva fábrica que pretenden inaugurar en el 2025 en Bélgica, con una capacidad para producir 500 satélites al año, algo que, según dicen, la convertirá en la planta más grande de Europa dentro de este sector.
Según la ministra de Defensa belga, Ludivine Dedonder, las empresas de esta industria privada “tienen grandes posibilidades de aportar valor añadido en la búsqueda de autonomía estratégica” y “reforzar el pilar europeo dentro de la OTAN”, ya que también orientan parte de sus actividades comerciales al campo de la seguridad y la defensa.
Dedonder defiende que en el contexto geopolítico actual, marcado por la guerra de Ucrania y las tensiones internacionales, es importante “fortalecer el tejido industrial” porque, según dice en declaraciones a EFE, el sector público y privado comparten “objetivos comunes”.
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Los riesgos de la privatización del espacio
No obstante, frente a la creciente influencia de estas compañías, el director del Instituto Europeo de Políticas Espaciales (ESPI, por sus siglas en inglés), Hermann Moeller, remarca la necesidad de crear “un marco legal que proteja el interés gubernamental y público”.
Moeller advierte de que la industria aeroespacial privada es un actor “cada vez más relevante” en el devenir de los conflictos armados y explica, durante una entrevista telefónica con EFE, que el interés original de estas compañías, que era eminentemente comercial, ahora ha llegado a los mercados de seguridad y defensa.
“Lo que está sucediendo en este momento, y esto es ciertamente un riesgo, es que la dinámica del sector comercial es mucho mayor y más rápida que el marco normativo típico y la elaboración de leyes que todavía se practica en el lado público”, afirma el director de ESPI, que es un laboratorio de ideas europeo ubicado en Viena.
Y añade: “Es un reto para el lado público seguir esa velocidad en términos de regulación”.
Por ello, señala que los políticos tendrán que asegurarse de que los servicios de las empresas espaciales “se prestan de tal manera que protejan los intereses gubernamentales” y que están “sujetos a restricciones legales específicas en los contratos”.
Dentro de esta convivencia público-privada, Moeller no cree que los gobiernos pierdan soberanía y, para el futuro, pronostica un sistema basado en “soluciones multiorbitales”, que estén en manos de diferentes operadores, tanto públicos como privados.
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Fuente: EFE