Al final, fue demasiada presión. El 7 de setiembre, seis semanas después de haber ganado las elecciones presidenciales de Venezuela por una diferencia abrumadora, Edmundo González Urrutia huyó al exilio en España. El régimen de Nicolás Maduro (en la fotografía) acusó al afable diplomático retirado de 75 años de ser un “criminal de guerra” y emitió una orden de arresto en su contra.
Pero su verdadero objetivo era castigar a la oposición por divulgar datos que demuestran que Maduro perdió la votación de finales de julio. La salida de González del país, cuatro meses antes de la fecha en que con toda legitimidad debería asumir el poder, representa un revés devastador para quienes todavía albergan la esperanza de liberar a Venezuela de la dictadura.
González remplazó a María Corina Machado, una exdiputada que alcanzó gran popularidad y a quien el régimen le impidió participar en los comicios. Machado convocó a sus partidarios a votar por el embajador retirado, llamamiento que acataron en números avasalladores. Por supuesto, Machado esperaba que los entes que Maduro tiene en el consejo electoral mintieran sobre los resultados. Así que el plan para el día de las elecciones fue obtener miles de impresiones de actas de las máquinas de votación. Esas actas físicas muestran que más del 67% de los votos favorecieron a la oposición.
El gobierno de Maduro respondió con represión y más mentiras. Desde las elecciones, ha detenido a unos 2400 opositores, según cifras oficiales, la mayoría acusados de terrorismo. Muchos se pudren ahora en prisiones de máxima seguridad. “No habrá perdón”, advirtió Maduro.
El régimen sigue diseminando cuentos descabellados sobre su supuesta victoria con el 52% de los votos. Afirma que los funcionarios electorales no pudieron presentar un desglose total de los resultados debido a algunos ciberataques. Insiste en que los observadores electorales afiliados a la organización no gubernamental estadounidense Carter Centre formaban parte de una conspiración para llevar a cabo un golpe de Estado. Sostiene que la mayoría de los manifestantes son drogadictos. “El grado de deshonestidad de este gobierno me enfurece, no tengo palabras para describirlo”, señaló Rafa, quien conduce una motocicleta con la que ofrece servicios de taxi en Caracas, la capital.
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Machado ha prometido que González seguirá luchando desde el exilio. Sin embargo, tras su llegada a Madrid, González emitió un comunicado con cierto aire de resignación. “Solo la política del diálogo puede hacernos reencontrarnos como compatriotas”, afirmó el 9 de setiembre. Al día siguiente, su hija les leyó a sus seguidores un mensaje más contundente de su padre, en el que ratificó: “no los defraudaré”. No ha declarado explícitamente si todavía planea asumir la presidencia en enero.
Algunas fuentes en Caracas especulan que es posible que hable con mesura porque le preocupan sus parientes que todavía están en Venezuela. Ahora que González está fuera del país, Maduro ha comenzado a elogiarlo. “Comprendo el paso que ha dado y lo respeto”, dijo con una sonrisa el presidente, con todo descaro.
No es la primera vez que el régimen ha forzado a quienes lo desafían a huir al exilio. En 2020, Leopoldo López, líder de la oposición, huyó a España y prometió continuar la lucha desde un lugar de libertad. Por desgracia, su estrella ya perdió brillo: el mes pasado, durante un discurso frente a una multitud de mayoría opuesta al régimen en Madrid, fue recibido con abucheos. Otro ejemplo que podemos considerar es Juan Guaidó, que en 2019 se convirtió en el líder de un “gobierno interino” creado por la oposición. Huyó al exilio en 2023 y ahora vive en relativo secreto en Florida.
Todo esto pone los reflectores de nuevo en Machado, quien es, por mucho, la figura más apuntalada de la oposición. Es hija de un empresario industrial adinerado cuyas fábricas fueron expropiadas por el predecesor de Maduro, Hugo Chávez. Machado ganó las primarias de la oposición en octubre pasado con más del 93% de los votos. El régimen le impidió participar en la contienda, pero ese obstáculo no evitó que continuara su campaña por todo el país. Una de sus promesas fue reunificar a los venezolanos con sus seres queridos que han escapado de la opresión y la ruina económica.
Desde la partida de González, les ha dicho a los venezolanos que continuará la lucha “aquí, junto a ustedes”. Declaró en la plataforma X que “esta lucha es HASTA EL FINAL y la victoria es nuestra”. A diferencia de González, dio discursos durante las manifestaciones en las semanas siguientes a las elecciones, la más reciente el 28 de agosto. En todas esas ocasiones, se mezcló rápidamente con la multitud cubierta por una capucha.
A pesar de su valentía, la situación es desesperada. Las manifestaciones más recientes han sido menos numerosas que las que se lanzaron a las calles inmediatamente después de las elecciones. El ejército ha ignorado la convocatoria de Machado a defender el resultado real. El Tribunal Supremo, dominado por el régimen, convalidó la victoria de su líder.
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El 5 de setiembre, Machado declaró que desea que Venezuela se convierta en una “causa mundial”, comparable al apartheid en Sudáfrica en los años ochenta. Sin embargo, hasta ahora la presión de fuera no ha sido efectiva. Se cree que Luiz Inácio Lula da Silva y Gustavo Petro, presidentes de izquierda de Brasil y Colombia, respectivamente, son quienes tienen más influencia en Caracas.
Ambos mandatarios afirmaron que no pueden reconocer a Maduro como presidente hasta que publique las actas impresas de las máquinas de votación para demostrar su victoria. También han intentado persuadir al régimen de dialogar con la oposición a fin de concretar un acuerdo mutuo. No obstante, han fallado en todas estas instancias. Se rumora que Maduro ni siquiera contesta las llamadas telefónicas.
La siguiente medida del régimen podría ser contra la propia Machado. Aunque dice estar en Venezuela, en la clandestinidad, parece inverosímil que las autoridades no tengan idea de dónde se encuentra. Su arresto provocaría nuevas manifestaciones y expresiones generalizadas de condena en el extranjero.
Rick Scott, senador republicano de Florida, ha indicado que Maduro “las pagará” si llega a “hacerle daño o arrestar” a Machado. Sin duda, tal reacción incluiría nuevos llamados para que Estados Unidos vuelva a imponer las sanciones extensas contra la industria petrolera de Venezuela que se levantaron en octubre con la esperanza de convencer al régimen de sostener elecciones justas y que, desde entonces, solo se han vuelto a aplicar parcialmente.
¿Alguna de estas medidas cambiaría las acciones de Maduro? “Cuando me toque entregar el mando, lo entregaré a un presidente o presidenta chavista”, enfatizó el 2 de setiembre, en referencia al movimiento de izquierda fundado por su predecesor. Su régimen sobrevivió la “presión máxima” de las sanciones impuestas por Estados Unidos durante el mandato de Donald Trump. El 27 de agosto, Maduro designó a su vicepresidenta, Delcy Rodríguez, nueva ministra del Poder Popular de Petróleo; algunos consideran que lo hizo en preparación para nuevas sanciones. Su papel podría ser “encontrar un mejor mecanismo para que le paguen en el mercado negro”, señaló Francisco Monaldi, de la Universidad Rice en Houston, Texas.
Los venezolanos temen lo peor. “El 28 de julio fui con toda mi familia a votar por Edmundo González”, compartió en Caracas una vendedora, que se negó a dar su nombre. “Todos sabemos quién ganó. Y ahora ya se fue. Que Dios nos ayude”.
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