La gota que derramó el vaso fue el alza imparable de los combustibles desde fines de febrero, que según los expertos impactó al ya creciente costo de los alimentos.
La gota que derramó el vaso fue el alza imparable de los combustibles desde fines de febrero, que según los expertos impactó al ya creciente costo de los alimentos.

Desde hace tres semanas, enfrenta las mayores protestas sociales en décadas, cuyo catalizador fue el creciente aumento de los precios de los y de los alimentos.

A medida que se prolonga el descontento en las calles se suman otros reclamos, como los altos costos de los medicamentos y los bajos salarios en un país con alta desigualdad, según estadísticas.

Gremios de docentes encendieron la mecha de las protestas al declararse en huelga indefinida y a ellos se fueron sumando otras organizaciones y sindicatos —como el de la industria de la construcción—, grupos indígenas y la ciudadanía en general.

Los cierres, incluyendo la carretera internacional Panamericana, están causando desabastos de alimentos, combustibles y oxígeno en los hospitales, según autoridades.

¿Por qué las protestas y cuáles son las exigencias al gobierno?

La gota que derramó el vaso fue el alza imparable de los combustibles desde fines de febrero, que según los expertos impactó al ya creciente costo de los alimentos. El precio del galón de gasolina se disparó alrededor de un 40%, según las estimaciones oficiales y del mercado. Un galón de gasolina llegó a pagarse en casi US$ 6 a inicios de mes.

Los economistas estiman que la inflación, que según cifras oficiales alcanzó el 4.2% en mayo, alcanzaría el 6% en junio debido al aumento de la gasolina.

“Eso es alarmante para Panamá, que no está acostumbrado a eso”, apuntó Rolando Gordón, profesor de Economía en la Universidad de Panamá. Aludió a que históricamente este país de más de cuatro millones de habitantes y con el dólar estadounidense como moneda de circulación legal siempre estuvo a salvo de los fenómenos inflacionarios de otros países de la región.

Los gremios de maestros y profesores exigieron el congelamiento y/o la rebaja de los combustibles, un tope de precios a los alimentos y un aumento del presupuesto para educación. Ahora también surgen reclamos para que se bajen los precios de los medicamentos, se ponga un alto al desabastecimiento en las farmacias de la entidad de Seguridad Social y se mejoren los salarios.

En el fondo, dice el analista político Miguel Antonio Bernal, las protestas también tienen que ver con un “hartazgo” social hacia lo que considera despilfarros en la administración de los dineros públicos y de los recurrentes escándalos de corrupción en últimas décadas.

También menciona la “histórica” desigualdad, pese a un país de servicios que opera el canal interoceánico y con una capital llena de rascacielos. Un informe oficial sobre distribución de ingresos de los hogares en el 2015 señaló que el 10% de las familias más ricas de Panamá tenía 37.3 veces más ingresos que el 10% de las familias más pobres del país.

¿Cómo ha respondido el gobierno?

El presidente Laurentino Cortizo, que ingresó el 1 de julio a su tercer año de cinco en el gobierno, anunció inicialmente el congelamiento de la gasolina en US$ 3.95 a toda la ciudadanía, que luego bajó a US$ 3.25 como parte de un acuerdo con dirigentes de la huelga magisterial, quienes horas después rompieron lo consensuado. El gobierno también anunció medidas de “austeridad” en el gasto y el martes informó de sus esfuerzos para hacer más accesibles una serie de medicamentos.

Las medidas, empero, no han apagado las protestas. Los cierres de calles continúan en la capital y en las demás provincias del país. La víspera se hizo viral un vídeo de pasajeros caminando con sus maletas por una autopista con rumbo al aeropuerto internacional debido a los tranques.

El martes se intentaría poner en marcha otro diálogo en una localidad del centro del país, pero el gobierno ha tenido problemas para reunir en una sola mesa a todos los grupos descontentos.

¿Cuál es el estado general de la economía en Panamá?

Después de figurar como la economía de más rápido crecimiento en Latinoamérica a inicios de la década pasada —con crecimientos de dos dígitos— comenzó un periodo de contracción que se agravó con la pandemia del COVID-19, con una caída del Producto Bruto Interno (PBI) de 20% en el 2020, aunque se recuperó al año siguiente al registrar un crecimiento de 15.3% a medida que se levantaban las restricciones por la pandemia.

Durante el primer trimestre del 2022 también creció con dos dígitos —13.6%— y el desempleo bajó a casi 10%, aunque es casi el doble del registrado en el 2010, según cifras oficiales. En tiempos de pandemia también se disparó la actividad informal en casi 50%, indican las estadísticas.

El gobierno atribuye particularmente el alza histórica de los combustibles a la guerra de Rusia y Ucrania, aunque los analistas sostienen que la economía en general ya venía con problemas desde mucho antes.

“Todo eso ocurre luego de una historia económica no muy buena antes de la década del 2020″, señaló el analista y sociólogo Danilo Toro. “Juntando todo con un mal manejo en lo político lleva a un aumento enorme de las necesidades sociales insatisfechas”.

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