La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha resucitado en la Unión Europea el miedo a una nueva guerra comercial con Estados Unidos, una posibilidad que los líderes europeos tratan de evitar con llamadas a estrechar los lazos de dos “aliados” que enfrentan un competidor “común” que es China.
Cuando los resultados ya daban por segura la victoria de Trump, muchos mandatarios europeos lanzaron felicitaciones en las redes sociales en las que llamaban a estrechar los lazos de ambas partes y este mensaje fue repetido en múltiples ocasiones en los dos días de cumbre en Budapest.
“Somos aliados y sería absurdo que unos aliados se impongan aranceles entre ellos. Nuestro competidor común es China”, dijo el primer ministro de Bélgica, Alexander De Croo, apoyado después por el canciller austriaco, Karl Nehammer, para quien la prioridad es evitar una guerra comercial que, dijo, no beneficiaría a nadie.
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“Tenemos que trabajar juntos, somos aliados y amigos estrechos. Preferiría no competir entre nosotros. En este mundo de tanta inseguridad tenemos que estar juntos”, defendió la danesa Mette Frederiksen.
Con todo, el italiano Mario Draghi dio por seguro que Trump adoptará medidas para impulsar la industria tecnológica y para proteger los sectores “tradicionales” estadounidenses, en detrimento de sus competidores europeos, y dijo que las prioridades de su informe para mejorar la competitividad europea son “aún más urgentes” tras las elecciones estadounidenses.
Nuevos aranceles
El temor a una reedición de la disputa comercial que ya dominó las relaciones entre ambas partes en el primer mandato de Trump se sustenta en su promesa de campaña de imponer aranceles de entre el 10% y el 20%.
El objetivo del próximo inquilino de la Casa Blanca sería atacar el superávit comercial de 155,800 millones de euros que el bloque tiene con Estados Unidos, en el que los grandes impulsores son las exportaciones alemanas (157,732 millones), italianas (67,266 millones) e irlandesas (51,621 millones), los países que más exportaron a Estados Unidos en 2023, según la oficina estadística europea, Eurostat.
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Las ventas europeas hacia el socio norteamericano implican sobre todo a los sectores farmacéutico y automovilístico, pero las dos áreas también cuentan con importantes intercambios en el ámbito agrícola.
Estados Unidos es el segundo destino de las exportaciones europeas en 2023, representando un 12% de las mismas (27,200 millones de euros), aunque estas se redujeron en 1,800 millones (6%) en comparación con el año previo, sobre todo por la caída del 27 % la venta de bebidas espirituosas y licores, según el último informe publicado por la Comisión Europea.
Además, es el cuarto país de origen de las importaciones agrícolas a los Veintisiete, de las que supone un 7% (11,700 millones), un 4% menos que el año anterior por el descenso en la llegada de frutas, cereales y productos no comestibles.
Unos nuevos obstáculos al comercio, además, se unirían a disputas que se mantienen abiertas, como la que afecta a las ayudas públicas de ambas partes a Boeing y Airbus o los gravámenes a importaciones de aceituna negra española.
Aunque sí acordaron suspender los gravámenes, continúa abierta la disputa por los aranceles al acero y aluminio europeos que Trump impuso en su primer mandato -y que Bruselas respondió con penalizaciones a productos estadounidenses- a pesar de las negociaciones con la administración de Joe Biden.
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Oportunidades
Con todo, en la capital europea se quitaba hierro a la que entonces todavía era una posible victoria de Trump antes de la cita en Budapest y múltiples fuentes aseguraban que la UE llegaba ahora “mejor preparada” a este escenario.
Un alto funcionario europeo, de hecho, recordaba la “muy buena relación” que el club europeo mantuvo con su administración en los últimos años de su primer mandato en contraste con las “dificultades” experimentadas en los primeros meses de Joe Biden.
En la misma línea, apostaba por aprovechar las “oportunidades” que ofrece la llegada de Trump a la Casa Blanca en forma de una “relación transaccional”, es decir, de intercambios comerciales beneficiosos para ambos lados.
El principal ejemplo de esta estrategia son las compras de gas natural licuado (GNL) estadounidense que el bloque ha multiplicado desde la guerra rusa en Ucrania dentro de su estrategia para reducir su dependencia energética de Moscú.
“Todavía compramos mucho a Rusia, ¿por qué no reemplazarlo por GNL americano, que es más barato y reduce el precio de la energía?”, se preguntó retóricamente la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una rueda de prensa posterior a la cumbre en la que se mostró partidaria de explorar “intereses comunes y negociar” con Trump.
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