Pablo Iglesias, líder de Podemos anunció este martes su retirada de la política tras fracasar en las regionales de Madrid, tras buscar revolucionar a la izquierda en una España sumida en la austeridad al grito de “Sí, se puede”.
Con una melena sujeta en una cola de caballo o un moño, este antiguo profesor de ciencias políticas de 42 años fue protagonista indiscutible de la política española desde la creación en el 2014 de la formación de izquierda radical Podemos, heredera del movimiento de los indignados y las masivas protestas antiausteridad del 2011.
Después de años persiguiendo el poder, en enero del 2020 entró al gobierno como uno de los vicepresidentes del socialista Pedro Sánchez.
Apenas un año después, desconcertó al país al dimitir para presentarse a las elecciones regionales de Madrid y tratar de salvar los muebles para su partido en un bastión que les había sonreído en los inicios.
La arriesgada apuesta terminó en sonado fracaso. Pese a la alta participación, los partidos de izquierda se vieron arrollados por la derecha en la región capitalina, que la gobierna desde hace 26 años, y Podemos debió contentarse con un quinto lugar y 7% de los votos.
En su discurso para reconocer la derrota en Madrid, Iglesias afirmó que “es evidente que a día de hoy no contribuyo a sumar”, por lo que anunció que abandona todos sus “cargos” y “la política entendida como política de partido”.
Consciente de ser “el chivo expiatorio” que movilizó en su contra el voto de la derecha y la extrema derecha, “cuando uno deja de ser útil, tiene que saber retirarse”, concedió Iglesias, quien cedió las riendas de la formación a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
Militante desde la juventud
Nacido el 17 de octubre de 1978 en Madrid, la política corre desde joven por las venas de Pablo Iglesias, cuyo nombre homenajea al fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pablo Iglesias.
Hijo de una abogada y de un inspector laboral encarcelado durante la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), se unió a las juventudes comunistas con 14 años, una temprana militancia que lo llevaría a interesarse por los movimientos antiglobalización y el nuevo socialismo surgido en América Latina.
Esta pasión se tradujo en una exitosa carrera universitaria: doctorado en ciencias políticas, licenciado en derecho, máster en comunicación y cinco años de docencia en la Universidad Complutense de Madrid, donde conocería a quienes serían el núcleo fundador de Podemos.
Con el puño en alto y gritando “Sí, se puede”, Iglesias y sus camaradas de Podemos entraron en el 2014 al Parlamento europeo y en el 2015 pusieron fin junto a los centristas de Ciudadanos al bipartidismo de socialistas y conservadores en España.
Denunciando la austeridad y la “casta” política y económica, Podemos se convirtió en tercera fuerza del Congreso español, donde las formas y el aspecto de sus integrantes contrastaban con la solemnidad parlamentaria.
Frustrado su intento de rebasar a los socialistas como primera fuerza de izquierda, en el 2018 terminó por entenderse con ellos para desbancar con una moción de censura al conservador Mariano Rajoy e investir a Pedro Sánchez, con quien en el 2020 formó el primer gobierno de coalición de España tras la dictadura franquista.
Un chalé con piscina
Carismático y amante de los debates televisivos, Pablo Iglesias fue el alma de Podemos desde su fundación, cuando su rostro y su cola de caballo aparecía en las papeletas de voto para las europeas del 2014, su primera contienda electoral.
Este hiperliderazgo generó discrepancias con otros fundadores e inclusos escisiones dentro de la joven formación que dirigía hasta este martes con su mujer y ministra de Igualdad, Irene Montero, como mano derecha.
Con ella, Iglesias, que presumía de haberse criado en el humilde barrio de Vallecas en el corazón obrero de Madrid, se compró un chalé con piscina de más de 600,000 euros en las afueras de la capital donde viven con sus tres hijos, decisión que generó discordia dentro de la formación.
Las alabanzas cosechadas entre los suyos contrastan con la demonización que ha hecho de él la derecha, que critica sus vínculos con la izquierda latinoamericana y el chavismo, su pasada militancia comunista o su cercanía con los separatistas vascos y catalanes.