La deuda global llegó a US$ 312 billones en el primer semestre del año, un aumento de US$ 2.1 billones significativamente menor al de 8.4 billones registrado en los primeros seis meses de 2023, estimó este miércoles el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF).
China y Estados Unidos, seguidos por la India, Rusia y Suecia, son los principales impulsores de este incremento en la deuda mundial, que incluye pasivos de los gobiernos, del sector privado y hogares.
Por el contrario, muchos países europeos y Japón experimentaron un descenso notable de su deuda, según el reporte de esa organización con sede en Washington.
El sector en el que el aumento de la deuda fue más pronunciado fue el de las administraciones públicas, seguido por las sociedades no financieras, mientras que la deuda de los hogares y el sector financiero se mantuvo “prácticamente estable” de enero a junio.
La relación entre la deuda global y el PBI se mantuvo prácticamente estable en torno al 327-328%, favorecida por la inflación, según el IIF.
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En los mercados maduros, el ratio de endeudamiento total continuó su descenso lento pero estable y alcanzó sus niveles más bajos desde 2018.
El decrecimiento fue especialmente destacable en los hogares y las empresas no financieras con los ratios de deuda más bajos desde la pandemia.
“Esto sugiere que las tasas de interés oficiales más altas han logrado frenar el ritmo de acumulación de deuda en el sector privado no financiero”, describe el informe.
No obstante, la deuda de los mercados emergentes alcanzó su nuevo máximo en el primer semestre de 2024 al llegar al 245% del PBI, 25 puntos porcentuales por encima de su nivel prepandémico.
Una de las preocupaciones que apunta el instituto es “la aparente falta de voluntad política para abordar los crecientes niveles de deuda soberana tanto en las economías de mercado maduras como en las emergentes”.
El IIF también proyecta que para 2030 la deuda pública mundial aumentará su nivel actual de US$ 92 billones a 145 billones y será de más de 440 billones en 2050, en parte, por el coste de abordar gastos de capital para luchar contra la crisis climática y por el aumento de políticas industriales proteccionistas.
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