El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dijo que la deforestación en la región amazónica, que entre agosto del 2018 y julio del 2019 alcanzó su mayor nivel en once años, “no acabará” pues se trata de un fenómeno “cultural”.
El mandatario respondió de esa manera a preguntas de periodistas sobre el fuerte aumento del proceso de deforestación en la Amazonía durante el primer año de la gestión que comenzó en enero pasado, registrado por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE).
Según esa institución estatal, en el período citado la Amazonía perdió 9,762 kilómetros cuadrados de cobertura vegetal, superficie equivalente a cerca de 10,000 campos de fútbol.
Bolsonaro negó que las políticas promovidas por su Gobierno sean la razón de ese aumento, que atribuyó a fenómenos "culturales" que relacionó con las prácticas de tala y quema que muchos habitantes de la Amazonía utilizan tradicionalmente.
Sin embargo, organizaciones medioambientales sostienen que son precisamente algunos de los proyectos del Gobierno de Bolsonaro para la Amazonía los que animan a agricultores y a grandes hacendados a avanzar sobre el mayor pulmón vegetal del planeta.
Entre esas políticas, los defensores del medioambiente citan iniciativas para ampliar la actual frontera agrícola, permitir la explotación de minerales o abrir las puertas al turismo en toda la región amazónica, entre otras.
El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, ha explicado que, entre las causas del aumento de la tasa de desforestación, figuran también la minería ilegal, la actividad de madereros y la ocupación de tierras en áreas protegidas.
A fin de intentar mejorar los controles a todas esas actividades ilícitas, el ministro anunció que se reunirá con los gobernadores de los nueve estados amazónicos del país a fin de estudiar medidas para reforzar la seguridad y la fiscalización, que según organismos de defensa de la naturaleza han sido relajados por el Gobierno.
La creciente tala en la Amazonía brasileña ha coincidido con un incremento de los incendios en la región, que fueron especialmente vastos en agosto pasado y han sido considerados los peores que ha habido en la última década, lo que generó una ola de críticas de ecologistas y líderes mundiales al ultraderechista Bolsonaro.