La falta de dinero en efectivo, la inflación superior a la media, el elevado precio del transporte y la acentuada brecha social rigen la economía de Bolívar, el estado minero de Venezuela en el que las riquezas naturales dejaron de reportar beneficios y convirtieron a la región en una burbuja donde todo es más caro que en el resto del país.
Bolívar, en el sur del país caribeño, tiene un gran potencial hidroeléctrico y abundancia en minerales de hierro y bauxita, así como metales preciosos como el oro, platino y diamantes.
Pero expertos y residentes coinciden en que pasó de ser la zona de prosperidad y organización que prometieron las empresas básicas de explotación de estos recursos, a una región en la que el encarecimiento es la ley, y una cena en una pizzería común puede costar el doble que en Caracas, y vegetales, como las papas (patatas) o tomates, duplican el costo de otros estados fronterizos.
El economista residente de Bolívar, Marco Tulio Méndez, explica que, por la ubicación geográfica, por ser fronterizo y porque “es una economía que gira alrededor de la actividad minera”, vienen sus particularidades.
Y en el mercado, son los habitantes quienes lo ratifican al hacer compras y admitir que “el detalle es que (en Bolívar) es todo, todo absolutamente caro”, tal como dijo Daniela Ramírez mientras pagaba unos US$ 70 por siete productos entre hortalizas y carbohidratos, sin ninguna proteína.
Al cruzar el puente
Méndez explicó que, “efectivamente, hay una notable brecha social cuando se cruza el puente” que divide las dos principales comunidades del estado que componen Ciudad Guayana: San Félix y Puerto Ordaz.
Pasar de zonas residenciales a casas hechas de zinc o de calles limpias a basureros improvisados es la diferencia que se marca entre ambos poblados y distingue al estado entero del resto del país.
Méndez recuerda que la promesa minera que ofrecía la entidad y la planificación de parte de la principal ciudad de la región para que fuera habitada, precisamente, por trabajadores de la industria petrolera creó una especie de “burbuja” que gestó un encarecimiento natural de los precios y un desarrollo que ahora, sin la misma prosperidad, se estancó.
“Es una economía que gira alrededor de la actividad minera. Eso para nadie es un secreto, y la hace muy particular. Entonces, hay ciertos problemas asociados a ello que no los tienen otras regiones del país”, detalló.
En las calles de Bolívar, es posible palpar estas particularidades: colas interminables para repostar gasolina, ausencia y reemplazo de productos cárnicos de res por pescados de agua dulce o pollo, falta de efectivo, venta de chatarra y mercados con pocos compradores y muchos mendigos.
Pero los altos precios no se limitan al rubro alimenticio. El comerciante y dueño de una ferretería en el centro de Puerto Ordaz Daniel Barrios contó que los costos de envío de la mercancía y las restricciones de la pandemia son obstáculos difíciles de sortear.
Ante la pregunta de si todo es más costoso en Bolívar, respondió que sí, sin dudarlo, y lo argumentó al explicar la larga distancia entre la región y el origen de los proveedores.
“Sin duda, sí. Nuestros proveedores están más en el centro del país y eso hace que se incrementen los precios de los fletes porque la mayoría cobran 7% o 10% de flete que es un costo que debes incluir en el precio del producto”, detalló.
Oro por comida
Méndez admitió que no es un mito aquello de que en los pueblos más hacía el sur del estado Bolívar se pagan productos de la canasta básica con gramos de oro que obtienen los mineros.
“Sabemos que en muchos de los negocios al sur del estado se venden los productos con gramos de oro, incluso con combinaciones, tanto en gramos de oro como en dólares”, ratificó el especialista.
Esta es una de las razones por las que muchos pobladores se vean tentados a irse a esta zona del estado, dominada por mafias, para obtener más recursos, aunque pongan en peligro sus vidas.
Es el caso de Rudy Castillo -comerciante en el mercado municipal de San Félix- para quien es una tentación introducirse en la minería, pues este vendedor de queso invierte US$ 500 mensuales y obtiene un bruto de US$ 550, lo que supone una ganancia de tan solo US$ 50 tras 30 días de trabajo.
“Siempre es tentativo (ir a las minas) porque puedes obtener un ingreso alto, pero desde mi perspectiva, al ver también todos los riesgos que se corren, es preferible mantenerse con lo que se está, trabajando”, dijo.
Y ante el panorama, la presidenta de la Cámara de Comercio e Industrias de Caroní (Camcaroní), Catherine Wilson, alaba ese esfuerzo de los comerciantes privados y emprendedores por sortear las dificultades y mantener a flote la economía “en el estado más caro” de Venezuela.