En el frondoso parque Las Heras, cerca del centro de Buenos Aires, jóvenes madres empujan cochecitos de bebé bajo el calor de fines de verano mientras vecinos toman mate a la sombra. La escena sería típica de cualquier barrio de clase media en una capital latinoamericana, salvo por una cosa: todas las madres hablan en ruso.
Han llegado a Argentina en masa desde que el presidente ruso Vladímir Putin invadió Ucrania hace poco más de un año, y muchas han hecho un viaje de más de 16,000 kilómetros, incluidas escalas, con embarazos avanzados.
A pesar de la crisis económica y de una inflación cercana al 100%, el país les sirve de refugio de la guerra, de la creciente represión de la disidencia en su país y de las estrictas restricciones de visado que han surgido contra los rusos en otras partes del mundo.
Uno de los bebés que pasean por el parque es Lionel Zuev, de un mes, cuyos padres llegaron a fines del año pasado, pocas semanas antes de la victoria de Argentina en la Copa del Mundo de fútbol. El bebé, que obtuvo la nacionalidad argentina al nacer, fue bautizado con el nombre de Lionel Messi en señal de agradecimiento al país que su madre y su padre piensan convertir en su hogar. Como padres de un argentino, ya se les otorgó la residencia y pueden solicitar la nacionalidad dentro de dos años.
“No habíamos planeado nada antes de noviembre”, explica Julia Zueva, de 34 años. “Estaba en un grupo con diferentes chicas que también estaban embarazadas, y todas decían ‘nos vamos a Argentina’. Me interesaba saber por qué”.
Más de 22,000 rusos han ingresado a Argentina desde principios del año pasado, aunque alrededor del 60% de ellos ya se fueron, según la Dirección Nacional de Migraciones. No se dispone de datos sobre su destino. El mayor aumento se produjo en el cuarto trimestre de 2022. En enero llegaron más de 4,500 rusos, cuatro veces más que un año antes, y en febrero, en un solo vuelo de Ethiopian Airlines vía Addis Abeba venían 33 mujeres en su tercer trimestre de embarazo.
Ganancia de cerebros
La afluencia de rusos, en su mayoría altamente calificados, podría ayudar a Argentina a llenar el vacío que han dejado los profesionales que se han trasladado a Europa en los últimos años para escapar de la incertidumbre económica. Más de 32,800 argentinos llegaron a España en 2021, la mayor cifra desde al menos 2008, según los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadísticas de España.
Al mismo tiempo, la economía rusa se está quedando sin trabajadores con talento en una fuga de cerebros comparable al éxodo masivo que siguió al colapso de la Unión Soviética en 1991.
Hasta un millón de personas salieron del país el año pasado. Aunque algunas han regresado desde entonces, la mayoría se ha establecido en países que tienen regímenes de visados liberales, como partes de la antigua Unión Soviética, los Emiratos Árabes Unidos y el sudeste asiático. Algunas se han radicado en otros países latinoamericanos, como Brasil, según la prensa local.
El éxodo también puede estar vaciando a Rusia de posibles opositores al régimen de Putin y a la guerra de Ucrania. La mayoría de los más de una docena de rusos en Buenos Aires con los que habló Bloomberg News criticaban abiertamente al líder ruso. Cientos de rusos y ucranianos protestaron contra la guerra frente a las embajadas de ambas naciones en Buenos Aires en febrero.
“Es la ironía del exilio”, dijo José Moya, profesor de Historia que imparte un curso sobre migración global en el Barnard College de Nueva York. “Al irse, los emigrantes fortalecen a los tiranos contra los que se oponen”.
Buscando trabajo
Muchos de los emigrantes no parecen inmutarse ante la incertidumbre de vivir en un país que ha incumplido el pago de su deuda soberana nueve veces en sus 200 años de historia. Esto se debe en parte a las propias turbulencias económicas que ha sufrido Rusia, pero también a que muchos de los inmigrantes han traído consigo ahorros y trabajo remoto, por lo que en principio están protegidos contra la alta inflación.
Victoria Bogataya, de 35 años, llegó en enero y dará a luz a fines de este mes. Ella y su marido piensan quedarse y trabajar en el sector turístico, como lo hacían en su país, en las montañas del Cáucaso, al sur de Rusia. “Amo a Rusia, pero parece que la situación va a empeorar en la próxima década”, afirma. “Quiero darle a mi hija todas las oportunidades que se merece”.
Mark Boyarsky, de 37 años, fotógrafo independiente, ya encontró trabajo tomando fotografías de maternidad a madres rusas recién llegadas. Actualmente tiene demanda para entre tres y cinco sesiones fotográficas a la semana y suele cobrar en dólares.
Boyarsky, transgénero, huyó de Rusia con su mujer y sus dos hijos a causa de una enmienda constitucional de 2020 en Rusia que prohibía el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción por personas trans. Primero fueron a Nepal antes de trasladarse a Argentina en setiembre y solicitar el estatus de refugiado.
Otros aún están pensando qué hacer, ya que salieron de Rusia con prisas y sin un plan. Alex Shemiakin, de 37 años, renunció a su trabajo como ingeniero para trasladarse con su esposa y evitar así la posibilidad de ser reclutado para luchar en la guerra. Dice que no quiere volver jamás.
“En mi país tenía tres opciones: irme, mantener la boca cerrada y que me reclutaran, o hablar en contra de la guerra y que me metieran en la cárcel, y luego que me mandaran a la guerra de todos modos”, dijo Shemiakin, mientras charlaba en inglés bebiendo cerveza tras una noche de trivia en ruso en un bar junto al parque de Las Heras. “Estaba cansado de que mi tío me llamara traidor por oponerme a la guerra”.
Camino recorrido
Argentina, que alguna vez fue uno de los países más ricos del mundo, consagró una política de inmigración abierta en su Constitución de 1853 y se convirtió en un destino popular para los europeos que huían del hambre, la persecución y la guerra a principios del siglo XX.
Estos inmigrantes, muchos de ellos alfabetizados y trabajadores calificados, se radicaron en Argentina porque los salarios eran más altos que en su país de origen y porque había oportunidades económicas en la vasta región pampeana, productora de cereales.
Desde la década de 1950, las políticas de inmigración de Estados Unidos y Europa han sido cada vez más restrictivas, pero Argentina ha seguido siendo relativamente accesible, según Benjamin Bryce, profesor asociado de Historia en la Universidad de Columbia Británica, que se especializa en la migración en el país latinoamericano.
Los rusos que no planeen tener un bebé pueden ingresar al país con una visa de turista de tres meses y luego solicitar una visa de estudiante o de nómada digital mientras están en el país. El Gobierno ha dado la bienvenida a las rusas que planean quedarse, mientras que abrió una investigación sobre las que dan a luz solo por el pasaporte y luego se van.
Aunque, gracias al transporte aéreo, viajar desde Europa es más fácil que para las generaciones anteriores, las sanciones han agregado nuevos obstáculos. Los vuelos directos desde Rusia a la mayoría de los países europeos ya no son una opción, por lo que muchos emigrantes llegan a Buenos Aires por rutas tortuosas que implican múltiples escalas. Las rutas más rápidas, vía Estambul, Addis Abeba y Dubai, cuestan más de US$ 1,500 por un boleto de ida.
Las restricciones impuestas a los bancos rusos han hecho que las tarjetas de crédito y débito no se puedan utilizar en el extranjero, lo que no deja más opción que llevar todo el efectivo posible en el viaje y luego transferir ahorros y remuneraciones a través de criptomonedas o servicios de transferencia a través de cuentas bancarias en las antiguas repúblicas soviéticas. Evitar los canales normales tiene sus ventajas, ya que permite a los recién llegados eludir los controles de capital de Argentina y recibir pesos a un tipo de cambio paralelo que casi duplica el oficial.
Se ha creado una pequeña industria para aprovechar la creciente demanda de información sobre el traslado a Argentina. En febrero, tras una investigación policial, se desmanteló un grupo delictivo que proporcionaba documentos falsos a los rusos, pero otras organizaciones más legítimas también ofrecen asesoramiento y ayuda para hacer frente a la burocracia y encontrar un lugar donde vivir.
La mayoría de las personas recibe y comparte información a través de Telegram, un servicio de mensajería muy popular en Rusia. Un canal que ofrece consejos sobre todo tipo de temas, desde cómo encontrar un buen hospital para dar a luz hasta cómo cambiar dinero en el extendido mercado negro de Argentina, cuenta con más de 10,600 suscriptores.
De vuelta al parque de Las Heras, las familias rusas disfrutan del verano austral paseando entre las flores rosadas de los palos borrachos. Zueva, la madre del bebé Lionel, dice que muchos rusos se sienten atraídos por Argentina porque, a medio mundo de distancia del conflicto en Ucrania, pueden vivir libres de juicios sobre la agresión de Putin.
“En este país no se rechaza a los rusos, como en Estados Unidos, por ejemplo”, dijo Zueva. “No importa de dónde vengas, puedes vivir aquí como un local”.