Argentina está tratando de adaptar a la era moderna sus anticuadas regulaciones que rigen la tecnología de semillas patentadas, una medida que le permitiría competir con Brasil y Estados Unidos, las potencias agrícolas rivales.
Como parte de las amplias reformas del nuevo presidente Javier Milei para liberalizar la economía, empresas de semillas como Syngenta Group Co. Ltd., Corteva Inc. y Bayer AG podrían cobrar regalías a los agricultores. Eso llevaría inversiones a Argentina y le daría a la nación acceso a las semillas genéticamente modificadas más recientes.
Una ley arcana que data de la década de 1970 protege a los agricultores de tener que pagar tarifas anuales a las empresas de semillas. Como resultado, se han quedado atrás mientras Brasil ha producido cosechas récord año tras año. Sin las cepas más nuevas, los rendimientos de la soja argentina son aproximadamente un 17% más bajos que los de Brasil y Estados Unidos, según analistas de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Cambiar las reglas sería un gran paso, dijo Pablo Vaquero, distribuidor de semillas de algodón. Argentina lleva años quedando atrás de Brasil y Estados Unidos, agregó.
Argentina suele ser el mayor exportador de harina y aceite de soja, el tercer mayor exportador de maíz y uno de los principales proveedores mundiales de trigo. Pero su industria agrícola ha estado en constante declive debido a que los Gobiernos han cobrado fuertes impuestos a los agricultores y se han entrometido en las exportaciones. La mayoría de los agricultores votaron por el libertario Milei en un intento por revertir la situación.
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El paquete del presidente incluye la incorporación de Argentina a la convención global más reciente —de 1991— que protege de forma más exhaustiva los derechos de propiedad intelectual de los productores de semillas, pero enfrentará resistencia en el Congreso, donde el partido de Milei es minoría.
Si bien la situación actual parecería ahorrar dinero a los agricultores, ha colocado a la región pampeana de cultivos en un túnel del tiempo donde plantan variedades obsoletas que rinden menos que sus rivales en el extranjero.
En una conferencia de soja en setiembre, Juan José Blanchard, titular para América Latina de Louis Dreyfus Co., puso de relieve que el problema de la tecnología de semillas ha contribuido al declive de la industria agrícola.
Dijo que actualmente en Argentina hay uno, dos o tres programas serios, como máximo, para mejorar la genética de la soja, mientras que en Brasil hay un mínimo de 30. Entonces, si el país no hace nada al respecto, se quedará atascado donde está y la brecha entre Argentina y Brasil en productividad agrícola se hará cada vez más amplia, añadió.
Si el paquete se aprueba, la implementación de las normativas sobre semillas quedaría a discreción de los legisladores y encargados de política monetaria locales, dijo Rodolfo Rossi, excientífico de semillas que dirige la asociación de soja Acsoja.
Gobiernos anteriores han intentado, pero no han logrado, cobrar a los agricultores por las semillas obtenidas en una cosecha y utilizadas para plantar la siguiente.
Durante algunos años a partir de 2016, Argentina incluso permitió a Monsanto Co. —posteriormente adquirida por Bayer— probar cargamentos de soja para su tecnología Intacta y tratar de cobrar regalías. En 2021, Bayer se retiró del negocio argentino de semillas de soja, citando cambios de estrategia global y una reorientación de las inversiones en el país hacia proyectos “rentables”.
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