El pasado 3 de septiembre, una depresión aislada en niveles altos puso en alerta a casi toda España. En algunos puntos se llegaron a acumular hasta 172 litros por metro cuadrado y las crecidas de algunos ríos dejaron varios muertos.
Un mes más tarde, la borrasca Aline pulverizó todos los récords: en Madrid capital no llovía tanto desde hacía más de 130 años, según los registros de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
“Afortunadamente, este tipo de sucesos extremos o megainundaciones ocurren muy de vez en cuando, pero pueden pasar en cualquier lugar”, y eso las hace “muy difíciles de predecir”, explica a EFE Luis Mediero, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid.
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Y esa dificultad para preverlas hace que las ciudades estén poco preparadas y que las medidas de respuesta sean insuficientes, lo que agrava sus impactos catastróficos y causa pérdida de vidas, comenta el ingeniero.
Sin embargo, según un estudio publicado en Nature Geoscience, los efectos de las megainundaciones en Europa se pueden estimar a partir de observaciones de inundaciones anteriores, una información que ayudaría a poner en marcha las medidas necesarias para defender a la población de estos eventos.
“Hasta ahora, este tipo de estudios no se habían hecho porque hace falta una base de datos muy amplia de una zona lo suficientemente extensa, en la que hayan tenido lugar unas cuantas inundaciones de este tipo”, apunta Mediero, coautor del artículo de Nature Geoscience.
El estudio, dirigido por Miriam Bertola, de la Universidad de Viena (Austria), ha analizado datos de caudal de ríos registrados en 8.000 puntos de toda Europa entre 1810 y 2021, y ha identificando 510 megainundaciones.
Algunas de ellas tuvieron lugar en España, como la del río Almanzora (Almería) en 1973, una riada que dejó diez muertos en la zona, o la que afectó a la localidad de Orihuela (Valencia) en 2019, que dejó casi 500 litros acumulados y provocó la crecida del río Segura.
Fuera de España, el artículo menciona algunos de los eventos más señalados registrados en Europa central, como la crecida del Rin en Alemania en julio de 2021, provocada por unas fuertes lluvias en el oeste del país, en algunas zonas de Bélgica y en Países Bajos y Luxemburgo y que dejaron más de 200 muertos y pérdidas millonarias.
El artículo explica que las regiones con características hidrológicas similares tienden a producir extremos muy parecidos en todo el continente y que el 95.5% de las megainundaciones observadas podrían haberse previsto “basándose en sucesos anteriores en lugares similares”.
Según los autores, el estudio de estas megainundaciones podrían proporcionar una indicación de la magnitud de las inundaciones que cabría esperar en otros lugares de Europa con características similares, y esa información “ayudaría a los servicios de emergencias a ser conscientes de que algo así puede ocurrir, y a explicar a los ciudadanos qué tienen que hacer, y poner en marcha las medidas de preparación necesarias para reducir los daños de esas inundaciones”, apunta.
El estudio subraya y demuestra que es importante “ir más allá de las cuencas locales” a la hora de evaluar el riesgo de inundación y tener en cuenta los fenómenos de otros lugares y cuencas.
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