Heroína. (Foto: Difusión)
Heroína. (Foto: Difusión)

“Las drogas están por todos lados en la región, pero ellos solo piensan en el COVID”, lamenta Beverly Veres, madre de dos jóvenes adictos a la heroína, desesperada al ver que los servicios de salud están monopolizados por la , cuando enfrenta una nueva alza de sobredosis.

Beverly, su marido Steve y sus hijos Douglas, de 24 años, y Charles, de 29, viven en una pequeña casa en Houtzdale, un pueblo del condado rural de Clearfield, en Pensilvania, lejos de las ciudades de Pittsburgh y Filadelfia.

En este condado de abundantes bosques y casas aisladas, el coronavirus dejó oficialmente 114 muertos en un año. Pero es mucho menos visible que en la ciudad: Steve y Beverly dicen haber estado una única vez en contacto con una persona que contrajo el virus, frente a “una docena de interacciones” con adictos a las drogas.

Después de ver a sus hijos hundirse en el consumo de heroína en el verano del 2020, están seguros de que la pandemia exacerbó el consumo de droga en su región.

Las cifras de muertos por sobredosis en el 2020 aún son parciales, pero con 19 fallecidos contabilizados en el condado, ya superan el total del 2018 o el 2019.

La tendencia se repite en todo Estados Unidos: losestiman que el número de muertes por sobredosis -esencialmente debido a los opiáceos que inundaron el país en estos últimos años- aumentó casi 25% entre julio del 2019 y julio del 2020.

“Descenso a los infiernos”

Según Beverly, su hijo menor Douglas padece desde hace tiempo un problema de dependencia de los opiáceos, aunque “llegaba a funcionar”. Pero eso cambió. Primero debido a las metanfetaminas, y luego, en julio pasado, por la heroína, un verdadero “descenso a los infiernos”, dijo.

Encarcelado a comienzos del 2020 por conducir bajo el efecto de las drogas, no recibió ningún tratamiento en prisión debido al COVID-19, contó Beverly.

La cura de desintoxicación que intentó hacer tras salir de prisión no funcionó, según ella, en parte porque las visitas y sesiones de terapia familiar fueron suprimidas, también debido a la pandemia.

“Creo que si hubiéramos podido visitarlo durante su estadía, si hubiéramos podido hacer una forma de terapia familiar, podríamos haberlo ayudado”, dijo esta contable de 49 años.

A unos kilómetros de allí, Savannah Johnson, exadicta de 26 años, cuenta que corrió el riesgo de una recaída en las drogas a comienzos de la pandemia.

A inicios del 2020, tras un año de curas de desintoxicación, incapaz de retomar su empleo de enfermera, aceptó un pequeño trabajo en una pizzería. Pero luego fue despedida a raíz del coronavirus.

“No tenía más trabajo, debía quedarme en casa, debía aislarme. No te puedes encontrar con otros exadictos porque no hay nada abierto, puede parecer algo menor, pero es algo importante cuando estás convaleciente”, cuenta.

Aislado, un exadicto tiene a idealizar el periodo en el que se drogaba, explica Savannah. “Cuanto más piensas en ello, más ganas te dan de volver a consumir”.

Si bien celebra ahora 13 meses de abstinencia -luego de seis sobredosis en el 2019, de las que escapó gracias al antídoto Narcan- fue únicamente porque sus padres, que tienen el cuidado de sus dos hijos pequeños, aceptaron alojarla en su casa.

“Desbordados”

La casa se tornó “caótica” con el regreso al hogar paterno de Savannah y también de su hermano y su hermana, pero su madre Bobbie no lamenta nada. “Fue una bendición absoluta”, dice.

Bobbie conoce bien las crecientes dificultades de los toxicómanos frente a la pandemia, ya que es responsable local de la asociación de padres de adictos, “Parents of Addicted Loved Ones”, que también integran Beverly y Steve.

Con la pandemia, los problemas de adicción “explotaron”, subraya Kim Humphrey, dirigente nacional de la asociación.

“No puedes trabajar, no puedes ir a ningún sitio, no puedes hacer esto, no puedes hacer aquello, es comprensible que alguien que esté en esto se diga ‘Voy simplemente a tomar algo que me saque el dolor, que me impida deprimirme’”, explicó.

Sin embargo, antes de la pandemia, la crisis de los opiáceos y la ola de sobredosis que dejó unos 500,000 muertos en Estados Unidos desde 1999, 50,000 de ellos en el 2019, parecía estabilizarse.

Antes de marzo del 2020, “la crisis de los opiáceos era el principal problema de los servicios de salud pública” y “comenzaba a haber progresos”, dijo Marcus Plescia, responsable médico de la organización ASTHO, que reagrupa a los responsables sanitarios de todos los estados del país.

Pero hoy “están completamente absorbidos por el COVID. Todo el mundo está desbordado”, aseguró.

El COVID tiene, no obstante, el mérito de haber expuesto ante la opinión pública “situaciones sociales realmente difíciles y verdaderas desigualdades”, afirmó. Temas claves para luchar contra las adicciones que “la sociedad quizás pueda ahora comenzar a enfrentar”.