Guardería. (Foto: Difusión)
Guardería. (Foto: Difusión)

Cuando Mary de la Rosa cerró su guardería en marzo por la del , pensó que pronto volvería a recibir a los 14 niños que cuidaba. Pero no fue así. El tiempo pasó y Creative Explorers tuvo que cerrar definitivamente.

Las familias tuvieron que buscar otras alternativas. Y tres maestras se vieron obligadas a acogerse al seguro de desempleo.

“Tratamos de salir adelante”, dijo De la Rosa, quien es de ascendencia mexicana y egipcia. “Pero al final de cuentas no hubo nada que hacer”.

La experiencia de De la Rosa en el barrio Westchester de Los Ángeles se repite en todo el país. La pandemia se está haciendo sentir con fuerza en las y afecta en forma desproporcionada a las de propiedad de hispanos y de afroamericanos.

Expertos afirman que invierte pocos fondos federales en el cuidado de los niños comparado con otras naciones industrializadas y esa falta de fondos se ve agravada por el COVID-19. El Center for American Progress estima que pronto podrían haber cerrado casi la mitad de las guarderías de todo el país.

“Ya antes de la pandemia el sistema de cuidado de niños estaba quebrado”, dijo Lynette Fraga, CEO de Child Care Aware of America. “Ahora está destrozado”.

Muchos padres enfrentaban decisiones imposibles antes de la pandemia: Cuidar a sus hijos o ganarse la vida. Y todo empeoró con el virus, según Fraga, quien dice que han surgido “desiertos”, zonas donde no hay guarderías, lo que impide a los padres regresar a sus trabajos, reduce sus ingresos y elimina programas educativos cruciales para el desarrollo de los niños.

El 40% del personal que trabaja en las guarderías de Estados Unidos es hispano o afroamericano, de acuerdo con el Center for the Study of Child Care Employment. Estas mujeres han sido afectadas desproporcionadamente por el COVID-19.

Un estudio de julio de la Asociación Nacional para la Educación de los Niños Jóvenes indicó que se esperaba que la mitad de las guarderías de sectores minoritarios cerrasen permanentemente si no recibían ayuda adicional.

“La pandemia ha revelado el escaso apoyo que tienen estas mujeres”, dijo Fraga. “Ha exacerbado las cosas y enfocado la atención en las desigualdades que siempre supimos que existían en ese sector”.

Las maestras de guarderías afroamericanas ganan un promedio de US$ 0.78 por hora menos que los blancos, según el centro. Si bien el 15% de las maestras de guarderías blancas viven por debajo del nivel de pobreza, entre los hispanos y los afroamericanos ese porcentaje sube a 22% y 23% respectivamente, de acuerdo con un análisis de National Women’s Law Center.

“Ganan menos por hacer exactamente el mismo trabajo”, dijo Lea Austin, directora ejecutiva del Center for the Study of Child Care Employment.

El cuidado profesional de los niños es tradicionalmente considerado un sector dominado por mujeres de minorías, según Shana Bartley, del National Women’s Law Center. Como consecuencia de ello, agrega, el cuidado de los niños es subestimado por prejuicios culturales que indican que las mujeres de minorías no son tan valiosas.

“Las raíces de nuestro sistema de guarderías se remontan a la época de la esclavitud, en que las mujeres eran esclavizadas y forzadas a ocuparse de los niños de otros, sin cobrar por ello”, declaró Bartley.

“Esos empleos domésticos fueron unos de los pocos disponibles para las mujeres de las minorías. Por estos sistemas anticuados y prejuiciados culturalmente, no estamos dispuestos a valorar como corresponde a estas mujeres y sus trabajos”, agregó.

Angelique Marshall, directora del Ms. P’s Daycare, se siente afortunada de que la guardería siga atendiendo a niños con necesidades especiales en Washington.

Marshall, quien es de raza negra, sirve a la mitad de los niños que atendía antes. Los fondos de emergencia que recibió le permiten comprar equipo protector y de limpieza, pero los costos para seguir funcionando se duplicaron. “No ganamos dinero”, expresó. “Solo tratamos de sobrevivir”.

Indicó que sobreviven en base a préstamos y donaciones, pero que el proceso es agotador. Agregó que las guarderías de sectores minoritarios no tienen los recursos ni la información necesaria para lidiar con la burocracia y conseguir ayuda.

“Nadie nos dice cómo funciona esto”, declaró. “Lo aprendemos solas. Tenemos que arreglarnos como podemos, nadie se interesa en nosotras”.

María Potts, directora de Kids World en Falls Church, Virginia, también depende de préstamos y donaciones. Atiende a siete de los 14 chicos que tenía antes de la pandemia y dice que tuvo que deshacerse de tres empleadas y que trabaja 70 horas semanales.

Necesita el doble de toallas de papel, desinfectantes y lavandina que antes. Buena parte del dinero que recibe es usado para comprar equipo personal y de limpieza.

“Si no fuese por la ayuda, no creo que sobreviviríamos”, dijo Potts, quien es hispana.

Muchas de sus colegas de la Asociación Hispana de Guarderías (Hispanic Association for Child Care) del norte de Virginia tuvieron que cerrar. Potts ayuda a varias de las que siguen abiertas a solicitar ayuda. Dice que la barrera del lenguaje impide que muchas hispanas que son propietarias de guarderías reciban ayuda.

La guardería de De la Rosa no pudo sobrevivir. Cuando envió a los padres una carta informando que cerrarían, Katie Nance estaba tan angustiada que se puso a llorar. Su hija Lily, de cinco años, iba a la guardería desde hacía casi dos años. Nance dice que las enseñanzas de De la Rosa, y la perspectiva que le ofrecía por su condición de hispana, fueron cruciales en su crecimiento.

La casa de De la Rosa está vacía hoy. Extraña la risa de los niños. El trabajo de su esposo ayuda a la familia a mantenerse a flote, pero tuvieron que replantearse muchas cosas al quedarse sin el ingreso de la guardería.

El cierre tuvo otros efectos, menos tangibles pero igualmente reales. “Es como si hubiese muerto alguien”, expresó de la Rosa. “Esta escuela era parte de mí misma y de repente ya no está”.